Sangre de mayo, de Jose Luis Garci.
Al igual que Historia de un beso, You are the one, o El abuelo, esta es una película hecha con buen gusto. Se nota que este director hace lo que le apetece, sin buscar otro reconocimiento que el placer que otorga ver un trabajo bien realizado. La independencia de la que Garci hace bandera se agradece cada vez más. El reparto es acertadísimo, los decorados de Gil Parrondo de nuevo impecables, y la música impresionante, no sólo por la belleza de la partitura en sí, sino por lo bien que está ubicada dentro del film.Probablemente esta nueva adaptación de Pérez Galdós, en concreto de sus Episodios nacionales, La Corte de Carlos IV y El 19 de marzo y el 2 de mayo, será una de las obras más exitosas y aclamadas del director. Demuestra que Garci se encuentra como pez en el agua al cargo de una producción de alto presupuesto, que aborda un tema tan interesante para los españoles como el de los acontecimientos ocurridos en Madrid en mayo de 1808.La recreación de estos días está hecha con minuciosidad, y el retrato de los personajes con gran corrección, pero sin aspavientos ni exageraciones. No destaca sin embargo la pareja protagonista, formada por Quim Gutiérrez, que se enfrenta a su papel más ambicioso, y Paula Echevarría, el nuevo fichaje de Garci desde Luz de Domingo. Son la mayoría de personajes secundarios, incorporados entre otros por Manuel Galiana, Carlos Larrañaga, Miguel Rellán, Tina Sáinz y Enrique Villén, los que aportan a la cinta el peso o la consistencia interpretativa.El guión otorga protagonismo a la gente corriente, que tuvo que hacer frente a una situación trágica y optar entre la lucha por la libertad o la dominación extranjera. También refleja el estilo de vida cortesano, las intrigas y los miedos de palacio en un tiempo difícil para todos, en el cada cual decidió, para orgullo o vergüenza de los suyos, si afrontar el peligro o huir, sin más.Sangre de mayo es, mucho más que cualquier otra, una película española. Son continuas y bellísimas las referencias al arte y la literatura, las tradiciones, las costumbres de los españoles, y las grandezas y bajezas de nuestro carácter. Además está llena de humor, ese humor sutil que se perdería irremediablemente en el doblaje del guión, y que el espectador extranjero sería incapaz de entender en un sentido pleno. No nos extraña, por otra parte, que esta comicidad se cebe con el representante de la Iglesia, un clérigo gustoso de ascender en la jerarquía, que se jacta de su lejano parentesco y supuesta amistad con Godoy. De todas formas es justo destacar que, al igual que la mayoría de sacerdotes que aparecen en las películas de Garci, el personaje de Don Celestino está lleno de ternura y despierta simpatía.Las imágenes de la película, bañadas por una luz amarilla que nos traslada a otro tiempo, contrastan con las que se proyectan al final de la cinta: el Madrid del siglo XXI, una ciudad moderna y olvidadiza, capital de un país trágico, que debe andarse con cuidado si no quiere perder su identidad. Estamos ante una conmemoración del bicentenario de la Guerra de la Independencia y una celebración de los actos heroicos de los madrileños, que nos ofrece una ocasión única para reflexionar acerca de quienes fuimos y aprender de nuestros errores y aciertos.
Ana Lanuza