Domingo de Ramos de la Pasión del Señor.
Evangelio
Era media mañana cuando lo crucificaron. En el letrero de la acusación estaba escrito: El rey de los judíos. Crucificaron con Él a dos bandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda. Así se cumplió la Escritura que dice: «Lo consideraron como un malhechor». Los que pasaban lo injuriaban, meneando la cabeza y diciendo: «¡Anda!, tú que destruías el templo y lo reconstruías en tres días, sálvate a ti mismo bajando de la cruz». Los sumos sacerdotes se burlaban también de Él diciendo: «A otros ha salvado y a sí mismo no se puede salvar. Que el Mesías, el rey de Israel, baje ahora de la cruz, para que lo veamos y creamos». También los que estaban crucificados con él lo insultaban.Al llegar el mediodía toda la región quedó en tinieblas hasta la media tarde. Y a la media tarde, Jesús clamó con voz potente: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado». Algunos de los presentes, al oírlo, decían: «Mira, está llamando a Elías». Y uno echó a correr y, empapando una esponja en vinagre, la sujetó a una caña, y le daba de beber diciendo: «Dejad, a ver si viene Elías a bajarlo».Y Jesús, dando un fuerte grito, expiró. El velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. El centurión, que estaba enfrente, al ver cómo había expirado, dijo: «Realmente, este hombre era Hijo de Dios».
Marcos 14,1-15,47
Comentario
Aparentemente, nada tiene que ver la entrada triunfal de Jesús, en Jerusalén, con el drama del Calvario del Viernes Santo y, sin embargo, esto es más real que la vida misma. Es la historia que se repite y que aquí tiene como protagonista el Corazón manso y humilde de Jesús, que se pone en manos de sus hermanos, los hombres.Fue llevado como cordero al matadero. Sabía que, como dice el Evangelio, nadie me quita la vida, soy yo el que la entrego por la redención del mundo. Va a la muerte, como dice la Plegaria eucarística, voluntariamente aceptada. Detrás de los hechos, detrás de los errores humanos, detrás de toda la barbarie, que se ceba contra Cristo, existe una realidad mucho más profunda y real: la entrega de su Vida por Amor. Pasa por lo que tenga que pasar con tal de decirnos, una y otra vez, con su vida, que nos ama. La Pasión es la mayor declaración de amor del Padre y del Hijo a cada persona. Es el Te quiero permanente de Dios a la Humanidad. ¿Podríamos creer en un Dios al que nuestra vida no le hubiese costado su sangre? La expresión paulina de que hemos sido comprados con su sangre, nos alienta y nos recuerda el valor que da Dios a nuestra vida. Nos llena de la verdadera autoestima, y es que, cuando pienso que no valgo para nada, que mi vida no le interesa casi a nadie, nos quedas Tú, Señor. Eres Tú el que con tu pasión, muerte y resurrección nos recuerdas un amor que siempre nace en medio de todas las dificultades y problemas de la vida. La Pasión nos recuerda y nos convence de que nada ni nadie nos podrá quitar el amor de Jesús. Es un Amor que siempre sale a nuestro favor. Como escribieron los jóvenes en el muro de Berlín, Dios está con nosotros, no contra nosotros.El descubrimiento de la Pasión de Cristo borra todas nuestras dudas e incertidumbres sobre lo que es y debe ser nuestra vida. Somos infinitamente amados por un Dios que vive, muere y resucita por nosotros los hombres y por nuestra salvación.Al descubrir la entrada de Jesús en Jerusalén, al leer la Pasión de Cristo en este Domingo, la Iglesia nos recuerda el sorprendente amor de Dios. Decía Carlos de Foucault: «Me enamoré de Cristo crucificado y no quiero contemplar nada más».Ésta es la esperanza y la alegría de nuestra vida, éste es el gozo desbordante de nuestra existencia. Nada está perdido cuando descubrimos el amor de Dios. Tu vida lo vale todo para Dios y lo puedes descubrir en su Pasión. Su amor es verdaderamente el motor que mueve el mundo. Descubrirlo es la auténtica gozada de la vida. Lo que nos descubre la Pasión del Señor es que su amor va más allá de nuestras miserias. Lo que importa es amar y amar hasta el final, amar hasta el extremo, como nos enseña la pasión, muerte y resurrección de Cristo que celebramos en el Triduo Pascual.
+Francisco Cerro Chaves, obispo de Coria-Cáceres