Tarde de sábado, una de mis hijas llevaba un par de días con fiebre, le duele la garganta y le han aparecido placas. Como es fin de semana y no hay consulta médica, llamo a un amigo médico y le cuento los síntomas; me dice que le demos augmentine y paracetamol. Después de recorrer tres farmacias de guardia, tengo que molestar a mi amigo en su casa para que me haga una receta; en ninguna farmacia me daban el augmentine ya que “no dispensan antibióticos sin receta”
Hoy es un día de esos en los que me apetece poco o nada escribir. Más que indignarme con el anuncio de las “miembras” de dispensar la píldora del día siguiente sin receta y sin límite de edad, mi sensación es de pesadumbre, ¿en manos de quién estamos? ¿hemos perdido el sentido común? ¿cómo se puede ideologizar un asunto tan serio como la salud?
Es tarde y es mejor que me deje de hacer preguntas tontas. Antes de dormir voy a disfrutar un rato de la inocencia humana que destila “El camino” de Miguel Delibes y mañana será otro día.