Lectura del santo Evangelio según san Juan:
En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: “Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida”. Al oír sus palabras, muchos discípulos de Jesús dijeron: “Este modo de hablar es intolerable, ¿quién puede admitir eso?”.
Dándose cuenta Jesús de que sus discípulos murmuraban, les dijo: “¿Esto los escandaliza? ¿Qué sería si vieran al Hijo del hombre subir a donde estaba antes? El Espíritu es quien da la vida; la carne para nada aprovecha. Las palabras que les he dicho son espíritu y vida, y a pesar de esto, algunos de ustedes no creen”. (En efecto, Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo habría de traicionar). Después añadió: “Por eso les he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede”.
Desde entonces, muchos de sus discípulos se echaron para atrás y ya no querían andar con Él. Entonces Jesús les dijo a los Doce: “¿También ustedes quieren dejarme?”. Simón Pedro le respondió: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna; y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios”. Palabra del Señor.
UNA REFLEXIÓN PARA NUESTRO TIEMPO :Esta reflexión no pretende ser una muestra de apologética barata. Respetamos los grandes caminos espirituales de oriente y occidente. Sin embargo, consideramos que quienes han abandonado el camino cristiano, quienes se han distanciado de la comunidad eclesial, nunca han experimentado la dimensión salvífica de la misma. Del conocimiento memorioso y ritualista, pasan tal vez a un moralismo fanático o puritano, o a un laxismo insípido, experiencias todas que no deben confundirse con el auténtico cristianismo. Quienes han tenido la oportunidad de encontrarse con Dios a través de una comunidad cristiana viva y atenta a las voces del Espíritu, están ciertos de que Jesús sigue vivo ahí donde dos o más invocan su nombre para vivir bajo el impulso de su Palabra. Ellos, como Pedro, saben que no necesitan alejarse de Jesús para encontrar al Padre.