Teodoro Palacios Cueto (Potes, 1912). Once años preso en Rusia:”el último caballero sin tacha y sin miedo”
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Teodoro Palacios Cueto, (Potes, 1912 –Santander, 1980). Tras el alzamiento del 18 de julio de 1936, abandonó Potes y se incorporó en Palencia a una bandera de Falange. Combatió durante toda la guerra, alcanzando la graduación de capitán provisional, que revalidó luego en la Academia de Zaragoza. Formó parte, como capitán de Infantería, de la División Azul que luchó en Rusia junto al ejército alemán. En 1943, tomó parte en la batalla de Krasny Bor, una de las más duras en que participó la división española, que puede enmarcarse dentro de una ofensiva global en el área de Leningrado contra el Grupo de Ejércitos Norte alemán. Fue hecho prisionero y permaneció durante 11 años preso. Regresó a España en 1954, y en 1972 fue ascendido a general de Brigada. Cinco años antes le había sido concedida la Cruz Laureada de San Fernando.
Así reflejó el Ministerio del Ejército las hazañas del Capitán Palacios en Rusia:
El 10 de febrero de 1943, el Capitán de Infantería D. TEODORO PALACIOS CUETO mandaba la 5º Compañía del II Batallón del regimiento núm. 262 de la División Española de Voluntarios. Con su Unidad defendía parte del sector de Krassnij Bor, en el frente ruso, cubriendo un amplio frente de cerca de dos kilómetros.
Informado de que el enemigo preparaba un fuerte ataque, el Capitán Palacios adoptó cuantas disposiciones eran precisas para defender con la mayor eficacia la posición; ordenó el municionamiento, tuvo en cuanta los más mínimos detalles sobre la situación de las armas, distribución de ranchos en frío y descanso del personal; exhortó muy especialmente a todos a que cumpliesen con su deber y concretó que la orden era de “resistir hasta morir”
A las siete de la mañana del día 10 comenzó la preparación artillera del enemigo sobre el sector defendido por el primero y segundo Batallones del Regimiento núm. 262 y Batallón 250, con una intensidad y violencia extraordinarias, que duró dos horas, en las que tomaron parte hasta un total de 187 Baterías enemigas y que dejó destruidas todas las clases de defensas.
Después del primer período intensivo de preparación iniciaron el primer ataque los carros de combate de las Infantería rusas, que fue rechazado, lo mismo que otros que en sucesivas oleadas fue lanzando el enemigo, al que le ocasionaron gran número de bajas.
A las diez treinta horas había sido aniquilados el primer batallón que defendía el terraplén de la línea férrea Moscú-Leningrado, y ocupado todo el flanco derecho de la 5º Compañía, que quedó dominada por el fuego enemigo. También fueron aniquiladas la primera y segunda Secciones y el resto de las Compañías del segundo Batallón, que la flanqueaban por la izquierda. Del Batallón 250 sólo se conservó una posición a cuatro kilómetros, aproximadamente, de la que ocupaba el Capitán Palacios con los supervivientes de su Compañía, cercados totalmente por el enemigo.
En estas condiciones continuó resistiendo los ataques del enemigo; les causó numerosísimas bajas y le impidió usar la carretera que desde Kolpino penetraba en la retaguardia hacia Krassnij Bor, cuya utilización por el enemigo hubiera puesto en grave riesgo el frente propio. Los rusos atacaron una y otra vez con efectivos enormemente superiores, apoyados por carros de combate, artillería y aviación, hasta que consiguieron destruir todas las armas automáticas. A las dieciséis treinta horas, agotada la munición, después de haber rechazado con granadas de mano al enemigo, que había entrado en la posición en varias ocasiones, muertos y heridos casi todos los defensores, fueron hechos prisioneros los supervivientes.
Si se pudo llegar a tal extremo de resistencia fue por el constante ejemplo e intervención del Capitán Palacios, que siempre estuvo en los sitios de mayor peligro y empleó todos los recursos posibles, conocimientos del combate, inteligencia, valor y dotes de mando para mantener muy altos, como asó lo logró, la moral y espíritu combativo de tan pequeña tropa. Al final del combate, el número de bajas sufridas por la Compañía del Capitán Palacios superaba el noventa por ciento de los efectivos. Y se calcula que ocasionar las 2.800 bajas al regimiento propio supuso para el enemigo la pérdida de 9.000 hombres.
Para poder evaluar la violencia de los combates en el sector del Regimiento, hay que tener en cuenta que las fuerzas atacantes estaban compuestas por 33.000 hombres (Divisiones 72, 73 y 63), dos Batallones de morteros de 80 mm., dos de anticarros de 76, uno de carros medios y pesados y, además, numerosos grupos independientes de artillería de 12,40 y 20,3 (en total 187 Baterías). El duro castigo de nuestras tropas, reducidas a sus propios medios y sin ningún apoyo, causó a un enemigo tan superior en número y medios produjo un setenta por ciento de bajas en los Regimientos de Infantería de la División 72 y un cincuenta por ciento en las Unidades de choque de las Divisiones 73 y 63, lo que obligó al enemigo a cesar en sus ataques en los siguientes días y dejar reducido solamente a acciones locales una operación tan cuidadosamente preparada
La extraordinaria conducta del Capitán Palacios tuvo su continuación en la actitud mantenida frente a la arbitrariedad, amenazas y castigos sufridos con excepcional espíritu desde el mismo instante de ser hecho prisionero, que le hizo exigir, siempre el respeto debido a su categoría de oficial, negándose a declarar desnudo, recibiendo castigos corporales y amenazas de muerte y cumpliendo en todo instante cuanto está ordenado en estos casos y le exigía su sentido del honor. Cautivo durante once años en los campos de concentración rusos, siempre estuvo al frente del grupo de prisioneros españoles que se encontraban con él, levantando la moral de los soldados para evitar que cayesen en actos de debilidad, consecuencia de los malos tratos y penalidades que les infligían, multiplicó su ayuda moral y material a los más débiles, incluso cediendo su propio calzado y ropa a los que iban a trabajar. Exigió el trato debido tanto a él como a sus compañeros de cautiverio dentro de la dignidad militar y personal, lo que le proporcionó infinidad de arrestos y castigos especiales en cárceles y mazmorras. A pesar de las presiones morales y físicas a las que fue sometido y al estado de debilidad en que se encontraba, continuó siendo el alma de la resistencia contra los rusos, alentando continuamente a los españoles para que no decayese su moral y siguiesen su postura firme y decidida, que le granjeó la admiración y el respeto de los, prisioneros extranjeros, que buscaban su consejo y apoyo. Juzgado una de las veces, en el mes de febrero de 1949, por un Tribunal Militar ruso por agitación política y sabotaje en el campo de concentración y condenado a muerte, que fue conmutada por veinticinco años de trabajos forzados, mantuvo en todo instante su actitud de firmeza y honor, lo que motivó la admiración del propio Tribunal que le juzgaba y de sus componentes, que así lo hicieron patente. En el campo de la Mina, adonde fue conducido más tarde, en una ocasión en que los rusos martirizaban al Alférez Castillo, el Capitán Palacios hizo constar airadamente su protesta, saliendo de la fila donde estaba con el resto de sus compañeros y llevando al Alférez de su brazo ante la resistencia del oficial y centinelas rusos, que se oponían.
En el transcurso que los once años de cautiverio fue juzgado tres veces y dos veces condenado a muerte; en su defensa ante estos tribunales hizo siempre gala de su fidelidad a España, a su Ejército y a su Caudillo y puso de manifiesto su alto espíritu militar y sus acendradas virtudes de abnegación, sacrificio y compañerismo.
Todos los prisioneros le consideraban siempre como jefe moral de los españoles, y los extranjeros llegaron a titularle “el último caballero sin tacha y sin miedo”
Informado de que el enemigo preparaba un fuerte ataque, el Capitán Palacios adoptó cuantas disposiciones eran precisas para defender con la mayor eficacia la posición; ordenó el municionamiento, tuvo en cuanta los más mínimos detalles sobre la situación de las armas, distribución de ranchos en frío y descanso del personal; exhortó muy especialmente a todos a que cumpliesen con su deber y concretó que la orden era de “resistir hasta morir”
A las siete de la mañana del día 10 comenzó la preparación artillera del enemigo sobre el sector defendido por el primero y segundo Batallones del Regimiento núm. 262 y Batallón 250, con una intensidad y violencia extraordinarias, que duró dos horas, en las que tomaron parte hasta un total de 187 Baterías enemigas y que dejó destruidas todas las clases de defensas.
Después del primer período intensivo de preparación iniciaron el primer ataque los carros de combate de las Infantería rusas, que fue rechazado, lo mismo que otros que en sucesivas oleadas fue lanzando el enemigo, al que le ocasionaron gran número de bajas.
A las diez treinta horas había sido aniquilados el primer batallón que defendía el terraplén de la línea férrea Moscú-Leningrado, y ocupado todo el flanco derecho de la 5º Compañía, que quedó dominada por el fuego enemigo. También fueron aniquiladas la primera y segunda Secciones y el resto de las Compañías del segundo Batallón, que la flanqueaban por la izquierda. Del Batallón 250 sólo se conservó una posición a cuatro kilómetros, aproximadamente, de la que ocupaba el Capitán Palacios con los supervivientes de su Compañía, cercados totalmente por el enemigo.
En estas condiciones continuó resistiendo los ataques del enemigo; les causó numerosísimas bajas y le impidió usar la carretera que desde Kolpino penetraba en la retaguardia hacia Krassnij Bor, cuya utilización por el enemigo hubiera puesto en grave riesgo el frente propio. Los rusos atacaron una y otra vez con efectivos enormemente superiores, apoyados por carros de combate, artillería y aviación, hasta que consiguieron destruir todas las armas automáticas. A las dieciséis treinta horas, agotada la munición, después de haber rechazado con granadas de mano al enemigo, que había entrado en la posición en varias ocasiones, muertos y heridos casi todos los defensores, fueron hechos prisioneros los supervivientes.
Si se pudo llegar a tal extremo de resistencia fue por el constante ejemplo e intervención del Capitán Palacios, que siempre estuvo en los sitios de mayor peligro y empleó todos los recursos posibles, conocimientos del combate, inteligencia, valor y dotes de mando para mantener muy altos, como asó lo logró, la moral y espíritu combativo de tan pequeña tropa. Al final del combate, el número de bajas sufridas por la Compañía del Capitán Palacios superaba el noventa por ciento de los efectivos. Y se calcula que ocasionar las 2.800 bajas al regimiento propio supuso para el enemigo la pérdida de 9.000 hombres.
Para poder evaluar la violencia de los combates en el sector del Regimiento, hay que tener en cuenta que las fuerzas atacantes estaban compuestas por 33.000 hombres (Divisiones 72, 73 y 63), dos Batallones de morteros de 80 mm., dos de anticarros de 76, uno de carros medios y pesados y, además, numerosos grupos independientes de artillería de 12,40 y 20,3 (en total 187 Baterías). El duro castigo de nuestras tropas, reducidas a sus propios medios y sin ningún apoyo, causó a un enemigo tan superior en número y medios produjo un setenta por ciento de bajas en los Regimientos de Infantería de la División 72 y un cincuenta por ciento en las Unidades de choque de las Divisiones 73 y 63, lo que obligó al enemigo a cesar en sus ataques en los siguientes días y dejar reducido solamente a acciones locales una operación tan cuidadosamente preparada
La extraordinaria conducta del Capitán Palacios tuvo su continuación en la actitud mantenida frente a la arbitrariedad, amenazas y castigos sufridos con excepcional espíritu desde el mismo instante de ser hecho prisionero, que le hizo exigir, siempre el respeto debido a su categoría de oficial, negándose a declarar desnudo, recibiendo castigos corporales y amenazas de muerte y cumpliendo en todo instante cuanto está ordenado en estos casos y le exigía su sentido del honor. Cautivo durante once años en los campos de concentración rusos, siempre estuvo al frente del grupo de prisioneros españoles que se encontraban con él, levantando la moral de los soldados para evitar que cayesen en actos de debilidad, consecuencia de los malos tratos y penalidades que les infligían, multiplicó su ayuda moral y material a los más débiles, incluso cediendo su propio calzado y ropa a los que iban a trabajar. Exigió el trato debido tanto a él como a sus compañeros de cautiverio dentro de la dignidad militar y personal, lo que le proporcionó infinidad de arrestos y castigos especiales en cárceles y mazmorras. A pesar de las presiones morales y físicas a las que fue sometido y al estado de debilidad en que se encontraba, continuó siendo el alma de la resistencia contra los rusos, alentando continuamente a los españoles para que no decayese su moral y siguiesen su postura firme y decidida, que le granjeó la admiración y el respeto de los, prisioneros extranjeros, que buscaban su consejo y apoyo. Juzgado una de las veces, en el mes de febrero de 1949, por un Tribunal Militar ruso por agitación política y sabotaje en el campo de concentración y condenado a muerte, que fue conmutada por veinticinco años de trabajos forzados, mantuvo en todo instante su actitud de firmeza y honor, lo que motivó la admiración del propio Tribunal que le juzgaba y de sus componentes, que así lo hicieron patente. En el campo de la Mina, adonde fue conducido más tarde, en una ocasión en que los rusos martirizaban al Alférez Castillo, el Capitán Palacios hizo constar airadamente su protesta, saliendo de la fila donde estaba con el resto de sus compañeros y llevando al Alférez de su brazo ante la resistencia del oficial y centinelas rusos, que se oponían.
En el transcurso que los once años de cautiverio fue juzgado tres veces y dos veces condenado a muerte; en su defensa ante estos tribunales hizo siempre gala de su fidelidad a España, a su Ejército y a su Caudillo y puso de manifiesto su alto espíritu militar y sus acendradas virtudes de abnegación, sacrificio y compañerismo.
Todos los prisioneros le consideraban siempre como jefe moral de los españoles, y los extranjeros llegaron a titularle “el último caballero sin tacha y sin miedo”
Diario Oficial del Ministerio del Ejército