Pedro de la Gasca (o Pedro de Lagasca) (Navarregadilla, Ávila, España, 1493 – † Sigüenza, Guadalajara, España, 1567) fue un sacerdote, político, diplomático y militar español del siglo XVI. Caballero de la Orden de Santiago y consejero del Tribunal del Santo Oficio. Nombrado en 1546 presidente de la Real Audiencia de Lima con la misión de debelar la rebelión de Gonzalo Pizarro en el Perú, cumplió a cabalidad su cometido, pasando a la historia con el apelativo de Pacificador. Hizo luego un ordenamiento general del Virreinato. Culminó su brillante carrera como Obispo de Palencia y luego de Sigüenza.
N. en la provincia de Ávila. Fue colegial en Alcalá y examinador de licencias en arte. Pasó a Salamanca en 1531, donde se graduó de bachiller en Derecho y se licenció en Teología en el Colegio de San Bartolomé, de donde llegó a ser rector. Obtuvo una canonjía en la ca. tedral de Salamanca, y en la de Toledo se le nombró juez metropolitano. Al final, entró en el Consejo de la Inquisición. Era un tipo ideal para solucionar una situación difícil. Ésta se iba a presentar en otras tierras. En 1542, la promulgación de las Leyes Nuevas acabando con las encomiendas, había alzado a todo el Perú. Su virrey, Núñez de Vela, en su afán de cumplirlas acabó muerto en Añaquito. G. Pizarro, caudillo de los pobladores descontentos, se adueñó de la tierra (v. PIZARRO, FAMILIA).
En España, el príncipe Felipe, en nombre de su padre, convocó una Junta parg consultar lo que debía hacerse. Entre las soluciones que se discutieron se aceptó la que abogaba por el empleo de métodos suaves. La persona que los pondría en práctica sería L. G. Marchó a América como presidente de la Audiencia que había de instalarse nuevamente en Lima y provisto de dos cartas para G. Pizarro: una del rey y otra suya personal; llevaba además un poder general. Podía perdonar toda clase de delitos, repartir y encomendar tierras e indios, revocar leyes, nombrar gobernadores, etc. En julio 1547, está ya en Nombre de Dios e inicia la primera parte de su plan: atraerse a los capitanes que estaban con el rebelde haciéndoles ver los poderes que traía. Hernán Mejías, Aldana e Hinojosa, jefe de la flota pizarrista surta en Panamá, se pasaron al bando real, abortando con su defección el plan de Gonzalo de matar al cura. Con la misma facilidad que L. G. ganaba popularidad, Gonzalo la perdía debido a entregarse a hechos criticables: entrar bajo palio en Lima después de la batalla de Añaquito, lucir en sus banderas iniciales con coronas reales, etc.
Cuando L. G. tuvo en su bando a bastantes capitanes, le envió a Gonzalo las cartas que traía, pero al negarle éste la entrada en Lima, se dio cuenta de que el rebelde sólo dejaría el mando con la vida. Es entonces cuando inicia la segunda etapa de su plan: la campaña política. Pide tropas al virrey de México, Mendoza, y a los presidentes de las Audiencias de Guatemala y La Española. Remite a Lorenzo de Aldana a recorrer las costas del Perú, recogiendo a los que deseaban abandonar a Gonzalo y apoderándose de Trujillo, ciudad donde repartieron cartas, citando en Cajamarca como centro de reunión para marchar sobre Gonzalo. El navío que éste remitió para recuperar el puerto (Trujillo) se unió a L. G. Lo mismo que las ciudades de Guayaquil, Piura, Tumbes y Puerto Viejo. Las deserciones dentro del campo pizarrista eran enormes. Dentro del mismo Perú, Centeno se había sublevado y apoderado del Cuzco y Alto Perú, quitándole a Gonzalo una fuerza poderosa. En medio de gran confusión, el rebelde abandona Lima y marcha hacia Arequipa, matando antes al hermano del virrey muerto. La capital en seguida levantó pendón por el rey y recibió a Lorenzo de Aldana. Mientras tanto, L. G. abandona Panamá (abril 1547) con más de 20 barcos y las tropas que había organizado. A fines de junio, está en Tumbes, y de ahí sale para Trujillo. A Hinojosa le nombra capitán general y le ordena que vaya a Jauja con tropas; a Lorenzo de Aldana le encarga que siga en Lima y cuide de la flota.
En octubre de 1547, Pizarro destroza las tropas de Centeno en Guarinas. Envalentonado con el triunfo, no abandona el Cuzco y espera en Lima a L. G. El encuentro se realiza en Sacsahuamán, donde apenas hay batalla debido a las deserciones del campo pizarrista. El primero en abandonar el campo fue Garcilaso de la Vega. El segundo día del desastre es ajusticiado Gonzalo. Las primeras acciones de L. G. fueron los castigos duros. Luego vinieron los premios. Los nombramientos, los repartimientos. En septiembre de 1548, entra en Lima siendo nombrado Padre Restaurador y Pacificador. A principios de 1549, llegan los oidores para la Audiencia de Lima. De acuerdo con ella y con los obispos, L. G. envía visitadores por el virreinato, a fin de que le informen en todos los aspectos. Su mayor preocupación era mejorar la situación de los indígenas. Quiso exonerarles del servicio personal, poniendo en práctica una Real Cédula que ordenaba su abolición. Pero las alteraciones que se produjeron al no haber en el país acémilas y negros suficientes para reemplazar a los indios, le hicieron aplazar el cumplimiento de lo mandado. El 2 feb. 1550, tras dar unas serie de medidas, como confiar la conquista de Tucumán a Juan Núñez de Prado, la de Chuquimayo a Diego de Palomino, la de Chunchos a Francisco Hernández Girón; establecer el juzgado de Bienes de Difuntos, así como dar consejos a la Audiencia, parte para España llevando para el rey millón y medio de castellanos. M. el 10 nov. 1567 en Sigüenza, de donde era obispo desde 1561.
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