El Corpus Christi de Toledo, declarada de Interés Turístico Internacional, es la fiesta más importante de la ciudad imperial, y una de las más antiguas. Se trata de una procesión religiosa, cargada de solemnidad, que es presidida por el cardenal primado de España. Las históricas calles de Toledo son engalanadas especialmente para este brillante desfile, en el que sobresalen la Custodia y el singular cortejo que la acompaña, compuesto por las distintas hermandades y cofradías.
El momento cumbre de esta celebración tiene lugar al salir el cortejo procesional hacia las doce de la mañana para recorrer las principales calles toledanas. Como anunciadores de este desfile aparece el grupo de gigantes representando a los diversos continentes y la popular tarasca o monstruo que soporta encima una pequeña figura femenina conocida por Ana Bolena. Dicho monstruo hace algunos años que ha dejado de aparecer, debido al lamentable estado en que se encontraba.
Tras esta singular comparsa y el sonar de todas las campanas toledanas, comienza a salir la procesión desde la catedral para recorrer las principales calles de la ciudad, destacando la increíble custodia, obra maestra de orfebrería realizada por Enrique de Arfe en 1515.
Completan el cortejo procesional una serie de cofradías con sus estandartes al vuelo, así como de hermandades y capítulos, entre las que destacan los caballeros mozárabes con sus hábitos azules; los del Corpus Christi, de morado; los blancos de los del Santo Sepulcro, o los rojos de los Infanzones de Illescas.
Los preparativos comienzan cinco semanas antes de la fecha, ornamentando y cubriendo las calles del recorrido con faroles, guirnaldas y toldos para que la Custodia siempre esté a cubierto bajo palio, siempre bajo la supervisión del “pertiguero”, que medirá la altura a la que se han colocado para confirmar que todos estén dispuestos al nivel reglamentario y pueda pasar la Custodia.
El día anterior se engalanan las calles contiguas al recorrido con antiguos tapices, colchas, pendones y mantones en las paredes, balcones y ventanas. Dentro de los adornos que se ponen, destacan los tapices del siglo XVII que se utilizan para cubrir las fachadas de la catedral, único día en que se exhiben en el exterior.
Además, se alfombra el pavimento con hierbas aromáticas como cantueso, tomillo o espliego que contribuirán a perfumar la procesión.