Hemos comenzado una nueva Cuaresma, tiempo de gracia y conversión. En el primer domingo, como cada año, contemplamos al Señor tentado por el diablo. El relato de san Marcos nos muestra a Jesús llevado por el Espíritu Santo al desierto, a la soledad, al silencio, al recogimiento, lejos de los hombres y a solas con el Padre. El desierto es el lugar del encuentro con Dios. Por eso el Mesías, antes de comenzar su vida pública, se retira al desierto, donde permanecerá cuarenta días. El desierto es también el lugar de la prueba y de la decisión. La tentación se dirige contra el Mesías y contra la obra de salvación que le ha sido encomendada. Jesús se dejará tentar por Satanás, aceptando un combate del que saldrá victorioso. La vida humana no deja de ser como un desierto lleno de pruebas.
Este episodio nos evoca la peregrinación del pueblo de Israel por el desierto y las pruebas que no superó. Acosado por el hambre, aun después de haber visto obras prodigiosas en su liberación, pide volver a la esclavitud de Egipto, añorando incluso sus ajos y cebollas. Jesús, en cambio, nos enseña a no dejarnos dominar por la búsqueda de seguridad material, a poner nuestra confianza en Dios; vence las tentaciones y nos señala el camino de la confianza en Dios, de la fidelidad al Padre. Contemplar este episodio de las tentaciones de Cristo nos ayuda y nos enseña a superar nuestras tentaciones. En el Bautismo, renunciamos a todo lo que representan esas tentaciones: al pecado, para vivir en la libertad de los hijos de Dios; a todas las seducciones del mal; a Satanás, padre y príncipe del pecado. En el Bautismo, hacemos profesión de fe en Dios y nos adherimos al estilo de vida del Evangelio, a vivir amando a Dios y al prójimo, a participar de la entrega de Cristo. Éste es el programa de vida del cristiano, que hemos de renovar al llegar el tiempo de Cuaresma, que hemos de vivir y que hemos de inculcar a nuestros niños y jóvenes.
Vivimos tiempos recios, que diría santa Teresa de Jesús, tiempos fuertes. La cultura dominante pretende imponer un relativismo moral según el cual no hay verdades absolutas, todas son relativas; y lo mismo habría que afirmar respecto a la bondad o maldad de los actos. Al final, en lugar de luchar para superar las tentaciones, se puede acabar pactando con el tentador y hasta descubriendo la conveniencia del pecado. No debemos permitir que se confundan los términos, ni que se manipule la verdad. Por nuestra parte, al comenzar una nueva Cuaresma, pidamos al Señor gracia y fortaleza, pidamos humildemente que no nos deje caer en la tentación y que nos libre de todo mal.
+ José Ángel Saiz Meneses
obispo de Tarrasa
Evangelio
En aquel tiempo, el Espíritu empujó a Jesús al desierto.
Se quedó en el desierto cuarenta días, siendo tentado por Satanás; vivía con las fieras y los ángeles le servían.
Después de que Juan fue entregado, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios; decía:
«Se ha cumplido el tiempo y está cerca el reino de Dios. Convertíos y creed en el Evangelio».
Marcos 1, 12-15
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