XXXIII Domingo del Tiempo ordinario

Evangelio 
En aquel tiempo, algunos ponderaban la belleza del templo por la calidad de la piedra y los exvotos. Jesús les dijo: «Esto que contempláis, llegará un día en que no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido». Ellos le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está para suceder?» Él contestó: «Cuidado con que nadie os engañe. Muchos vendrán usando mi nombre, diciendo: Yo soy, o bien: El momento está cerca; no vayáis tras ellos. Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico. Eso tiene que ocurrir primero, pero el final no vendrá en seguida». Luego les dijo: «Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes terremotos, epidemias y hambre, espantos y grandes signos en el cielo. Pero antes os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a los tribunales y la cárcel, y os harán comparecer ante reyes y gobernadores por causa de mi nombre; así tendréis ocasión de dar testimonio. Haced propósito de no preparar vuestra defensa: yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro. Y hasta vuestros padres, parientes, hermanos y amigos os traicionarán, y matarán a algunos de vosotros, y todos os odiarán por causa de mi nombre. Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá: con vuestra perseverancia, salvaréis vuestras almas. Lucas 21, 5-19
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