Ángela, la calentera montañesa del Arco del Postigo

“Mi abuelo salió de Tanos pero nos sentimos montañeses”

ABC Sevilla

Goiguros en El Postigo 

ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO

En la despedida popular a Ángela Goiguru, cuando Marmolejo había hecho verdad aquellos “Calentitos de plata” que en su muerte le ofrendé a su tía Juana como una corona, alguien que lamentaba, ay, que ya nunca más habrá humo de incienso por lo civil en El Postigo, me preguntó cuántos años, cuántas generaciones llevaba esta familia dedicada a la masa frita junto a la Pura y Limpia. Y para poder responder, como ahora hago, se lo pregunté a quienes mejor lo saben: a los duendes de la muralla del Arco. Que me dijeron:

“Pues esta familia está aquí friendo calientes en el barrio hará lo menos un siglo, desde mucho antes de que don Juan Talavera hiciera el edificio del Mercado del Postigo, en 1926. Así que si no es un siglo, poco le falta. Porque antes de que se construyera el mercado ya existían los puestos y había cuatro cuarteladas, en la plaza de intramuros, entonces llamada de San Andrés, y extramuros, en la calle Dos de Mayo. Había cuatro cuarteladas fijas y muchos puestos efímeros, que se montaban y desmontaban cada día. En uno de ellos, la familia con la que emparentaron los Goiguro, los Ariza, freían calentitos desde mucho antes que existiera el edificio del mercado.

"¿Quieres saber la historia? –me siguió preguntando el duende–. Pues resulta que en la esquina de Arfe con la calle de la Mar, en plena Puerta del Arenal, estaba la Taberna de Valentín, un montañés, punto de reunión de la gente del toro, como Salgueiro, empresario de la plaza antes de Pagés y que vivía en el barrio, en la calle Aduana, Juan Luis de la Rosa, Paco Perlacia y muchos picadores y banderilleros. En la taberna trabajaba un chichuco montañés, sobrino de Valentín, llamado Santos Goiguro, que también vino de Torrelavega, y que se haría célebre en el barrio como industrial de masa frita, hombre de gracia y arrendador de ropa y avíos para los picadores de toros, y que se casó con Consuelo Ariza, de cuya familia y al menos desde dos generaciones antes, o sea, desde la tatarabuela de Ángela, era el puesto desmontable de freír calentitos por las mañanas, antes que hicieran el mercado. Santos Goiguro y Consuelo Ariza fueron los padres de Juana, la famosa calentera del Postigo y de otros hijos: Consuelo, Conchita, Fidela, Avelina y Santitos. Era delante de la taberna, en la calle, frente a la Tienda del Reloj, donde montaba el matrimonio su puesto portátil de calentitos, con su anafe y su toldo. Santos echaba la masa y la freía, y Consuelo la despachaba.

"Luego se quedaron con el puesto que ayer, ay, cerró para siempre su nieta Angela. Era una accesoria junto al Arco, conocida como "El Puesto de Freír”. Era freiduría exclusivamente de pescado y lo explotaba otra familia, a la que cogieron el traspaso. La especialidad del puesto eran las “tajás” de bacalao. Al despacharlas, se desprendían de ellas los sobrantes de masa frita, las “mijitas”, que por un real te daban un cartucho y que quitaron muchas hambres en El Arenal y en el muelle, pues con medio litro de Valdepeñas eran el almuerzo de muchos estibadores de la colla. Hay quienes dicen que estas tajás de bacalao frito dieron origen a los soldaditos de Pavía, que hasta inspiraron a una obra que se representó en el Teatro del Duque.

“Los Goiguro vivían donde Angela sigue teniendo la casa, en la calle Nazareno, que entonces no tenía salida a San Diego y era conocida como "La Callejuela”. Era el feudo de Santos Goiguru. Buen cocinero, lucía sus habilidades dando comilonas en mitad de la calle a matadores y subalternos, y fueron sonados los bautizos de rumbo de sus seis hijos, celebrados allí. Santos alquilaba avíos a los picadores: chaquetillas, calzonas, castoreños, patas de hierro, gregorianas… En su casa se vestían los picadores, a los que los monosabios les trían las jacas desde la cuadra de “Cantares”, el alcalde de caballos, que estaba en la calle San Diego. Y montados desde allí se iban hasta la plaza de toros por la calle Arfe y la Puerta del Arenal a la calle del Áncora. Y no le sigo contando a usted más cosas del barrio, porque como volvamos a recordar que el antiguo “Puesto de Freír”, que la calentería del Arco, ya no la abrirá más un Goiguru, la pechá de llorar que nos vamos a pegar usted y yo va a ser menúa. Vamao, que para olvidarlo vamos a tenernos que coger en el bar de Carlos Morillas una buena tajá, y no precisamente de bacalao frito con mijitas…

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