Hay dos sendas deportivas que el pueblo de Cantabria abrió con sus propias manos, sin tener que rendir cuentas a las modas inglesas de juegos y ejercicios. Una de ellas surgió en la mar, a base de bravura de brazos contra las olas. La otra se asentó en la tierra para medir, con la pericia de los dedos, el arte de plantar y talar árboles de bolos.
Alfonso XII ya lo había probado y bendecido en el corro de Comillas, cuando el domingo, 8 de septiembre de 1881, haciendo pareja con el marqués y naviero, Antonio López, echó una partida de dos horas contra Claudio López y Fermín Riera. Pero en la frondosa y lejana historia de los bolos, hay otra fecha que merece recordarse como si fuera la del nacimiento de un mesías. Aquel día, 12 de agosto de 1897, en la nueva plaza de toros de Cuatro Caminos de Santander, Telesforo Mallavia, “la figura más señera que ha tenido el juego de los bolos”, debutó ganando a los hombres de Juan Valle, de Rucandio, en un concurso organizado por el ayuntamiento santanderino, elevando en los tiros las trayectorias proféticas de un futuro alentador para el gran juego montañés.
Emprendedor y amante de los bolos
Telesforo Mallavia, nacido en 1867 en Corvera de Toranzo, se instalaría en Torrelavega en 1893. Era un hombre tan emprendedor como amante de los bolos, así que en la zona de La Llama, sembraría su primer negocio, un bar rodeado de boleras que se convirtió en un verdadero centro neurálgico de la actividad social y deportiva de Torrelavega. Mallavia promocionó la fórmula de los concursos, construyó boleras cubiertas y sería uno de los hombres que en 1907 apoyaría la creación de la Sociedad Gimnástica de Torrelavega, contribuyendo a dinamizar La Llama como emplazamiento deportivo y ofreciendo sus boleras para los entusiastas del juego. En 1919, colaboró en el proyecto de Fernando Sañudo para organizar el juego de bolos en la provincia mediante la creación de la Federación Bolística Montañesa, entre cuyos fines destacaba el de fomentar el juego, depurar las prácticas viciosas, eliminar el factor suerte de las partidas y procurar criterios de unificación en todos los pueblos de Cantabria. Mallavia fue el tesorero de aquella primera federación, presidida por Darío Gutiérrez, mientras que su hijo, Federico, se convertiría en el primer ganador del campeonato de Cantabria que se celebró en las boleras familiares de La Llama.
Otro de los grandes méritos de Telesforo fue el de iniciar una saga de excelentes jugadores, destacando entre todos ellos su hijo Federico, que nació en los corros de su padre plantando sus bolos como pinche, y luego formó cuadrilla con él, debutando en Barreda junto con Augusto Miguel y Pedro García. Conocido como Federico ‘El Grande’, Ico Mallavia protagonizaría una época dorada, donde destacaban sus duelos con otro coloso, el ‘Zurdo de Bielva’.
Un busto y un poema
En 1935, los torrelaveguenses levantaron un busto dedicado a ‘Foro’ Mallavia que se erigió presidiendo la augusta bolera de La Llama. Sesenta años después, el 10 de julio de 1995, la vieja bolera, santuario profanado por el progreso, comenzó a ser devorada por la presión urbanística, dejando paso a locales comerciales, pisos y garajes. En aquella universidad bolística de más de cien años de existencia, se escribieron muchos episodios históricos, se gestaron leyendas y encontraron inspiración músicos y poetas, como Jesús Cancio: “¡Ay, Federico Mallavia¡/ el de la bola en la diestra/ y una pleamar infinita/ de bolos en la cabeza,/ el que, tras el preciosismo/ de una parábola inmensa,/ dibujaba como nadie/ el emboque a golpe en tierra,/ el que segaba seis bolos/ como cambada de hierba/ empapada de rocío/ del alba en la primavera”.
En la frondosa y lejana historia de los bolos, hay una fecha que merece recordarse como si fuera la del nacimiento de un mesías. Fue el debut de Foro Mallavia, elevando en los tiros las parábolas proféticas de un futuro alentador para el gran juego montañés. Hace unos años, la periodista Nieves Bolado escribió un artículo en El Diario Montañés titulado “¿Qué mira Foro desde su atalaya en la Llama?”. Hoy, el busto que se salvó del derribo de su bolera, parece seguir esperando el reconocimiento de los hombres y mujeres del siglo XXI para que la avenida sin nombre de La Llama, reciba ese soplo que avive, para la honra de Torrelavega, de Cantabria, y del noble juego montañés, el adecuado nombre de la avenida de los Mallavia.
Tomado de http://www.raulgomezsamperio.com