1. Intenta no correr de vez en cuando. ¿Por qué tienes que ir tan deprisa a todas partes? Disfruta de las cosas: mira, observa despacio, fíjate en aquello que no sueles mirar: el hombre que pide tirado en el suelo, los ancianos que parecen aburrirse, el niño que camina unos pasos por delante de su madre… Contempla… y piensa lo que puede haber detrás.
2. Haz hueco al silencio. Rompe esa manía de estar siempre rodeado de ruidos: en el trabajo, en el coche, en el Metro, en casa, en la calle, en el campo… Y, si los usas, quítate los cascos alguna vez, no tengas puesta la radio, la tele o el ordenador a todas horas. Deja que las cosas, las personas y tu propio corazón «suenen».
3. Apaga la tele de vez en cuando. No te sientes a ver la tele: siéntate a observar la tele (que no es lo mismo). No siempre lo que «echan» (está bien usada esta palabra) es mejor que sus alternativas: una conversación en casa, un buen libro, un paseo, un poco de música, una partida de cartas, una visita, algo de deporte, una oración… Te sentirás mejor y disfrutarás más cuando vuelvas a encender la tele. ¡Qué bien se está sin ella una temporadita!
4. Frecuenta los encuentros: encuéntrate -lo primero de todo- contigo mismo: mereces dedicarte tiempo. Párate de vez en cuando, tómate el pulso, regálate unos ejercicios espirituales. Sal al encuentro de los otros acogiéndolos: comparte desde lo más profundo de ti, escucha, dialoga… Dedica más tiempo a la familia, si ves que lo necesitan. Queda con ese amigo/a para tomar algo tranquilamente; recorta la soledad de algún enfermo o anciano, aprovecha los consejos de los mayores. Estate disponible para los que son más jóvenes que tu, sin agobiarles, pero disponible. Te lo agradecerán. Aunque tengas que hacer uso de la paciencia. Y si tienes pareja, revisa con ella cómo les va. ¿Cuánto hace que no lo revisan?
5. Encuéntrate, mejor, déjate encontrar por Dios. No vivas de rentas. Ponte a tiro. Déjale algún hueco para que se te pueda colar. Saborea la Palabra, disfruta de la Eucaristía, prepárate para ella con tiempo y calma. ¿Por qué no dejas de «ir a misa» y empiezas a «celebrar» la Eucaristía? ¿Por qué no te paras a mirar cómo vive Dios tu vida contigo? ¿No estamos celebrando que Él es EMMANUEL? ¿Te lo crees de veras? ¡Pues aprovéchate de ello? ¿Por qué no va a ser el año 2010 el año de tu mejor encuentro con él? Pon los medios, que él ya pondrá la gracia.
6. Levántate del sillón. No vayas a todas partes en coche, en metro, en autobús: pasea, muévete, haz algo de ejercicio (… antes de que te lo acaben imponiendo los médicos por razones de salud). Disfruta de la naturaleza siempre que puedas. Fuma menos. Bebe menos. Gasta menos. Saldrás ganando. Y los demás también.
7. Lee bastante más. Dicen que el racismo y los nacionalismos integristas se curan viajando. Da más valor al periódico: no leas sólo anécdotas y cifras o motivos para criticar y ponerte de mal humor. Dios habla en la historia y en las historias: escúchale ahí.
Aficiónate a la poesía, a la novela, a la teología… Leer nos enriquece. Conocer es necesario. Actualizarse es imprescindible. No pierdas el tiempo viendo y visitando bobadas de las que nos venden a los idiotas y a los cansados atrapados por la rutina y el aburrimiento. Sé creativo. Procura pensar.
8. Sal de tu habitual modorra y conformismo. Es hora (año) de dejar la neutralidad y las excusas, y tomarse en serio algunas causas, algunas opciones, algunos compromisos. Y si ya estás en ello, no te canses, busca apoyos y dale la plasta a los otros hasta que se contagien. ¿Verdad que hay mucha gente “súper ocupada” en sandeces intrascendentes y narcisistas?
9. Cosas que para ti no suponen nada, pueden ser definitivas para otros. Comparte algo de tu tiempo, algo que has descubierto, algo que has pensado, algo que has sentido. Invita a alguien (y no a los de siempre) a que te acompañe a ese lugar que para ti es tan especial. Comparte también algo más de tu dinero: ¿Te das cuenta cuántas cosas innecesarias has comprado este año? Y consume responsablemente: apaga luces encendidas, recicla, aprovecha mejor el papel y el agua corriente, mira las etiquetas y tira hacia el comercio justo; habla menos por teléfono, chatea menos y habla más cara a cara.
10. Comparte un poco más tus capacidades. En concreto: ¿estás haciendo por la Comunidad lo que debes y lo que puedes? ¿Has probado a conjugar con frecuencia el verbo servir y ofrecerse? ¿O se han borrado de tu diccionario? Todos podemos hacer mucho más, y hacer las cosas con más detalle y cariño. Aunque luego ni lo agradezcan ni lo valoren. Es Dios quien lleva las cuentas. Y tu conciencia.
11. No te quedes con las primeras impresiones: Escucha a los otros. Profundiza. Pregunta. Fomenta el diálogo buscando la verdad (y no tanto convenciendo a otros de tus brillantes conclusiones). Hay que hacer luz sobre muchas cosas: los grupos de vida, la corrección fraterna, la emigración, la vida espiritual, la formación, la ecología, la política, la paz… ¿Hace falta señalar más?
12. Es bueno que te apasiones y hagas lo que sea por tu equipo de fútbol favorito. Que reúnas a quien sea para verlo. Que vayas a donde sea para verlos jugar. Que pierdas sueño con ellos, y tiempo leyendo las últimas noticias sobre ellos. Pero ¿por qué no metes otros «equipos» en tu vida como algunos de los Equipos comunitarios que andan un poco cojos?
Son 12 pistas para ser más personas, más felices. Hay que cambiar el mundo. Te invito a hacerlo este mismo año. A esta misma hora. Y cuéntanos luego cómo te va…
una propuesta diferente!!!
GRACIAS!!!!!!