Después que el Maraco y Marianín, no sin reparos y sin temores—que deseamos no se confirmen—permitieron que actuúe el fotógrafo, adoptamos, por ver qué pasaba, una postura intolerante: —¡Parece mentira!… ¡Robarle al rey!… El Manco se incorporó, indignado: —Aprecio á Su Majestad más que usted ó tanto como usted. —Luego, ¿es usted monárquico?… —No sé lo que soy… Pero he votado por el rey y votaré por el rey… ¡Es tan simpático!… Yo me he descubierto cien veces al pasar su automóvil por la carretera de El Pardo, y el rey, aunque uno es pobre, contesta siempre, y hasta sonríe… —¡Y le roba usted!… —¡Cómo se pone usted, compadre!… ¿Es que sospecha, compadre, que somos los únicos que le han robado al rey?…
De Crónica, Madrid, 1929