Por naturaleza los pasiegos son gente desconfiada, a una pregunta directa que se les haga suelen responder con otra pregunta, y si saben un secreto de un vecino no lo contarán nunca. Sobre esta característica Antolín Esperón, en un artículo suyo aparecido en el Semanario Pintoresco Español, en el año 1848, señala que “si al llegar un viajero a una encrucijada de caminos, pregunta a un pasiego por dónde se va a tal parte, primero se hace sordo, y sólo habla cuando se le indica uno de los caminos, cuando se le dice en tono interrogativo, ¿es por aquí? Entonces responde: podráque, podráque; pero ni dice sí ni no… Si un forastero inquiere si tal o cual persona se halla en buena situación, si tiene bienes, etc.; al instante replica: ¿débele algo, débele algo? Con cuya locución se duda si pretenden saber cuál es el acreedor o el deudor”.