El descanso eterno de Bárbara Blomberg en Escalante

 

Fue amante de Carlos V y madre de Juan de Austria, vivió sus últimos años en Ambrosero y está enterrada en Montehano

A los monjes capuchinos que a finales del siglo XVI habitaban el Monasterio de Montehano (Escalante) nada pudo suponerles tanto honor como el encargo de dar sepultura, entre sus muros, a los restos mortales de Doña Bárbara Blomberg, la mujer que fue amante del emperador Carlos V y, como consecuencia de ello, madre de Don Juan de Austria.

Esta había habitado durante los últimos años de su vida en la vecina localidad de Ambrosero (Bárcena de Cicero) y, llegado el momento, resultó una ‘ilustre invitada’ en las dependencias monacales. Tanto, que todavía permanece depositada en aquel lugar, y en un espacio destacado del monasterio.

En el interior del templo dedicado a San Sebastián, una lápida de mármol recuerda el emplazamiento exacto en el que se dio cristiana sepultura a los restos mortales de Bárbara Blomberg. Fue en 1597, veinte años después de su llegada a España.

La pasión de Carlos V

Doña Bárbara, nacida en Ratisbona (Alemania) en 1527, conoció al emperador Carlos V en 1546 y, a juicio de muchos, se convirtió en «la última pasión de su vida».

El emperador tuvo un hijo con ella: Don Juan de Austria. Este fue reconocido como tal, pese a su condición de bastardo, y ocupó un lugar destacado en la historia de España gracias a su participación en la batalla de Lepanto, por encargo de su hermanastro, Felipe II. De hecho, se le identificó y reconoció a partir de entonces como ‘el héroe de Lepanto’, tal fue su contribución a la victoria de la armada española frente a la turca en aquel episodio que cambió el curso de la historia naval en el Mediterráneo.

La biografía de Bárbara Blomberg es propia de una novela. Nació en la ciudad bávara de Ratisbona en 1527, en el seno de una familia de comerciantes, pero su ‘salto’ a la historia no se produjo hasta 1546, cuando conoció al emperador Carlos V. Ella tenía tan sólo 19 años de edad. Él, 46. La relación surgida entre ambos fue intensa y, fruto de ella, nació Juan de Austria, en 1547.

Tres años más tarde, la amante del emperador contrajo matrimonio con Jerónimo Piramo Kegel, a quien el propio Carlos V había nombrado tutor del pequeño. Las ‘malas lenguas’ interpretaron que el emperador había designado a Piramo como comisario en la corte de María de Hungría como compensación por el supuesto encubrimiento de sus amoríos con Bárbara Blomberg.

Sea como fuera, lo cierto es que Jerónimo Piramo y Bárbara Blomberg fijaron su residencia en Bruselas, que en aquella etapa se encontraba bajo dominio español, como el resto de Flandes.

Por entonces, Bárbara Blomberg no había establecido aun ninguna relación con Cantabria. Esta surgió años después, a partir del fallecimiento de su esposo. La muerte de Jerónimo Piramo en 1569 desató un comportamiento excesivamente libertino de Bárbara Blomberg, a juicio de sus contemporáneos. Tenía apenas 42 años de edad.

Enterado de la situación su hijo mayor, Don Juan de Austria, decidió su traslado a España. Y entonces es cuando empieza su periplo por diferentes poblaciones de la comarca oriental de Cantabria.

Desembarco en Laredo

La llegada de Bárbara Blomberg a España se produjo el 3 de mayo de 1577. Desembarcó en Laredo, procedente de Flandes, y nunca más abandonaría la Península Ibérica.Su primer destino fue Valladolid, ya que su hijo eligió un convento de monjas para establecer allí su residencia definitiva. Sin embargo, a la muerte de Don Juan de Austria decidió abandonar la clausura y trasladarse a Colindres. Vivió en casa de Juan de Escobedo y, a partir de 1584, se mudó, de nuevo, a la vivienda de que Juan de Mazateve poseía en la vecina localidad de Ambrosero (Bárcena de Cicero). En Trasmiera vivió junto a su segundo hijo, Conrado de Piramo, su nuera y sus cuatro nietos. Fueron años de paz y reposo, después de una vida ciertamente intensa.

La hora final le llegó en 1597, 39 años después del fallecimiento del monarca a quien vinculó, en buena medida, toda su vida.

Sus restos mortales fueron inhumados en el interior del Monasterio de Montehano. De camino hacia la sepultura, el féretro atravesó las poblaciones de Gama y Escalante, donde los vecinos, humildes ganaderos, presentaron sus respetos a la ilustre señora. En Montehano, Bárbara Blomberg no sólo recibió sepultura, sino que su nombre quedó vinculado para siempre a Cantabria. A Laredo, a Colindres, a Ambrosero, a Montehano…

ÍÑIGO FERNÁNDEZ / El Diario Montañés

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