“dentro (de los arcos ojivales del claustro de la Catedral de Santander) de ellos oraron los tripulantes de la nave de Bonifaz; sobre esos roídos sillares que nosotros vemos y tocamos, recostaron su mente contrita, vagaron sus ojos entristecidos, que no hay quien, próximo a abandonar su patria, los conserve serenos, por más que a la jornada le arrastren entusiastas afectos, y sueñe encontrar al cabo de ella gloria, poder, honores o riqueza: ¡cuántos habían de cerrarlos para siempre en las marismas del Guadalquivir! Los afortunados volvieron y posaron su mirada encendida por la ardiente luz de la victoria en las piedras donde la habían posado opaca y dolorida; antes y después, pesarosos o regocijados, no apacentaban su imaginación ruda con delirios y poéticas divagaciones; pero bajo la burda estameña de sus jubones medía los latidos de su sangre el vivo compás de los afectos entrañables y sinceros”.
Amós de Escalante, Costas y Montañas