Construido en 1585 en Cantabria, el San Marcos era el pináculo de la tecnología naval de la época y una de las joyas de la escuadra de Portugal. Comandado por el Marqués de Peñafiel, desplazaba 790 toneladas y contaba con 33 cañones de bronce, además de 350 soldados y 140 marineros. La comunidad científica cruza los dedos ante la posibilidad de, por primera vez, encontrar en Irlanda un galeón, un descubrimiento mayúsculo que se sumaría al de otros pecios de la Armada Invencible, como el de la galeaza Girona, cuyos tesoros brillan en el Ulster Museum de Belfast. Porque el gran escenario de la tragedia —marítima y humana— de la flota de Felipe II, una formación de 130 barcos y 30.000 hombres pensada para invadir Inglaterra, no fue el Canal de la Mancha, sino el litoral occidental de Irlanda. “Entre septiembre y octubre de 1588, cuando la flota encaraba su desesperado regreso a España bordeando Irlanda, en sus costas se hundieron 24 barcos y murieron 6.000 hombres”, explica Hiram Morgan, historiador de la Universidad de Cork y autoridad en las relaciones hispanoirlandesas en los siglos XVI y XVII.