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1927: El Niño de Jerez en Santander

Soto y Loreto, Manuel. Manuel Torre. Jerez de la Frontera (Cádiz), 5.XII.1878 – Sevilla, 21.VII.1933. Cantaor de flamenco.

De raza gitana, aún es considerado el más grande de todos los tiempos. Nacido en el jerezano barrio de San Miguel fue el cuarto hijo de Tomasa Loreto Vargas, natural de Jerez, y de Juan Soto Montero, natural de Algeciras, aunque residente en Jerez desde su infancia. Precisamente, el sobrenombre de Torre, que muchos creyeron su apellido, lo heredó de su padre, a quien llamaban Juan Torre por su gran estatura. Éste, era matarife del matadero de Jerez y también cantaor, extensamente conocido como tal. De él y de un hermano de su madre, llamado Joaquín Loreto Vargas y apodado Lacherna, cantaor profesional, heredó Manuel su vocación por el cante, al que se dedicó desde muy joven, iniciándose en las fiestas familiares de los gitanos de su barrio y en las reuniones de amigos y artistas de su tiempo.

Con catorce años y presentándose como El Hijo de Torre, el joven cantaor debutó en el jerezano cafécantante de la Vera-Cruz, propiedad del cantaor Juan Junquera, amigo de su progenitor, acompañado a la guitarra por su paisano Javier Molina. De aquí pasaría al café La Primera de Jerez y, tras darse a conocer por algunos pueblos de la Baja Andalucía, diez años más tarde, en el otoño de 1902, haría su presentación en Sevilla, en el pomposamente llamado Salón-Concierto Filarmónico y Oriente de Actualidades, que estaba entre las calles Amor de Dios, 23 y Trajano, 14; anunciándose como el “cantador de tangos Manuel Soto (el Niño de Torres)”.

Del Filarmónico, Torre pasó a cantar en el café Novedades de La Campana, en Sevilla, donde ya actuaban bailando sus paisanos Juana la Macarrona, las hermanas Antúnez, Mariquita Malvido, Ramirito y la cantaora La Serrana, con la que no tardaría en grabar la que fuera, quizás, primera placa de saetas flamencas.

Según su tocaor, Javier Molina, el Novedades sería el escenario de los mayores éxitos del joven cantaor que, al mismo tiempo, se iba abriendo paso, en Sevilla, como genial intérprete de saetas por seguiriyas, al estilo de su tierra, de tal modo que se cuenta la anécdota de que un año, cantándole a la Macarena, los cofrades en vez de seguir adelante, con el paso de la Virgen, la levantaban, una y otra vez, y la mecían, sin moverse del sitio, mientras la plaza se convertía en un aletear de pañuelos blancos, en honor del saetero; naciendo así la costumbre, extendida a Jerez, de mecer los pasos en Semana Santa.

Aparte de ser oficial y artísticamente conocido como Torre, el cantaor jerezano tuvo otros dos apelativos cariñosos que les pusieron sus propios compañeros de arte: el de Acabarreuniones, que le puso el cantaor de Alcalá de Guadaíra (Sevilla), Joaquín el de la Paula, porque detrás de él era imposible cantar, ya que destemplaba a los demás y así se deshacían las reuniones flamencas; y el de Majareta, que le puso su íntimo amigo y paisano, el célebre cantaor Antonio Chacón, por lo bohemio y raro que era como persona.

Independientemente de su genio y talento artístico, que hizo que el poeta Federico García Lorca, dijera de él que era “el hombre con más cultura en la sangre”, que había conocido y al que el maestro Manuel de Falla le escuchó decir, en su carmen de La Antequeruela granadina: “Todo lo que tiene soníos negros tiene duende”.

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