Corrida verificada el 27 de Mayo de 1878
¡Bien por los marinos en mar y en tierra! Esta exclamación la oíamos ayer tarde al salir de la plaza de Toros donde acababa de tener lugar la novillada a beneficio de la clase obrera de Santander, dispuesta por varios pilotos de esta capital.
Y en verdad que no les faltaba razón para expresarse así, porque si siempre la marina española dejó en todas partes bien puesto su pabellón, ayer dio muestras de que su bravura frente a las fieras es tanta cómo la que manifiestan al arrostrar los peligros del combate naval y los no menos imponentes de las tempestades y huracanes.
A la hora prefijada apareció en el balcón de la presidencia una multitud de hadas, que más que mujeres parecían ángeles bajados del cielo. Un atronador aplauso las recibió, y después de tomar asiento y hecha la señal por dos de aquellos serafines, salió la cuadrilla con el marino, que había de recibir la llave; como habíamos anunciado, iba en un bote arrastrado sobre ruedas.
No vamos a reseñar los mil incidentes que ocurrieron en la función, porque nuestro propósito no es éste: solo diremos que los marinos, tanto de a pié como de a caballo, hicieron perfectamente el oficio de toreros; algunos de ellos con la maestría de un consumado diestro, rivalizando todos, sin excepción alguna, en arrojo, tanto para la Suerte de varas, que muchas se pusieron muy bien, como para la de banderillas y la de muerte.
Es verdad que hubo sus revolcones, pero esos incidentes, naturales en personas que jamás se habían puesto frente a una fiera, servían solo para aumentar su decisión y aquilatar la bravura de que se hallaban poseídos.
Nos vamos solo a permitir publicar el nombre del Sr. Venero, que mató el tercer novillo
cuyo diestro, con una serenidad pasmosa, hizo muchas suertes propias del toreo, entre ellas poner banderillas, saltar la garrocha, colear las reses, capear, quitar la divisa y, por último, manejar el estoque y la muleta perfectamente. El novillo que estoqueó le fue regalado por la presidencia, a petición del público.
También debemos decir que el banderillero que vino de Madrid para dirigir a los marinos toreros trabajó toda la tarde a conciencia, preparando las reses para las suertes, y librando muchas veces a sus discípulos de una cogida.Recibió, como todos los que tomaron parte en la brega, muchos aplausos de la concurrencia e infinidad de ramos de flores que las bellísimas presidentas les arrojaban a la plaza.
En resumen, la función agradó sobremanera a los espectadores, que lo serían en número próximamente como en la anterior novillada; no hubo ninguna desgracia que lamentar, ninguna riña que apaciguar, ninngún disgusto, en fin, de los que en tales fiestas suelen, ocurrir.
El palco de la presidencia estaba vistosamente engalanado con banderas españolas de buques, ostentando a su frente las cinco magníficas moñas regaladas por las señoritas que le ocupaban, cuyas moñas, concluida que fue la función, fueron rifadas a presencia del público.
La presidencia, compuesta de las señoritas doña Ana Colina, doña Amelia González Vial ,
doña Rosario Aguirre Zorrilla, doña Rosario Abarca, doña Emilia Zumelzu, doña Rita Diestro, doña Elvira Quintanllla Cagigal y doña Sofía Soto Rueda, que por indisposición de doña Natividad Oria sustituyó a ésta, estuvo acertadísima y cumplió dígnamante su cometido.
Además de estos ocho jazmines que formaban el precioso ramillete de pollas que presidieron la novillada, abundaban por todos los palcos lindísimas beldades que eran cada una objeto, como las primaras, de las miradas de mas de un corazón enamorado.
Damos las gracias, en nuestro nombre y en el de la clase obrera, a los dignos marinos que
ayer, con su noble proceder, han contribuido a proporcionarles algún alivio en la crisis suprema por que hoy aquella atraviesa.