El siglo XX se inauguró enterrando bajo los Jardines de Pereda las piedras del Castillo del Rey en la Villa de Santander, la más notable y soberbia fortificación que defendiera cualquiera de los puertos del Cantábrico en la Edad Media, magnífico edificio con muros de cuatro metros de grosor, cubos macizos en los ángulos y esbelta torre del homenaje, demolido por la decisión de unos políticos (opinión pública ausente) que no supieron ver más allá del aspecto sucio y degradado en que lo situaron sus muchos siglos y varias décadas de abandono. Hoy nos daríamos con un canto en las narices por tener aquel extraordinario y robusto monumento, en el centro de la ciudad, convenientemente restaurado. Había sido construido en torno al año 1200, a consecuencia del fuero otorgado a la villa de Santander por Alfonso VIII.
José Luis Casado Soto +