Es éste un oficio que estuvo vigente en Cantabria hasta mediados del siglo XX. al igual que en toda España. Muchos pueblos tenían una casa donde vivía el fielatero, cuya labor consistía en cobrar, a veces en especies, un impuesto a todas las personas que portaban mercancías para vender y que entraban con ellas en cada ciudad o pueblo. El hombre encargado tenia que registrar los cuévanos o cestas que pasaban las mujeres y hombres, en burros o carretas.
Según la mercancía encontrada se fijaba el impuesto. Los abusos agudizaron la picardía a muchos para poder pasar mercancía sin ser vista.
En Cuatro Caminos, que debe su nombre a que en este punto confluían antiguamente el Camino Real a Burgos, las Calzadas Altas, el Camino de Becedo y un camino que subía hasta Pronillo, este hubo una caseta de “fielato de arbitrios”, un lugar en el que eran revisadas todas las mercancías que entraban en la población y así evitar la entrada de mercancías no permitidas. En ese tiempo era conocido como la Tercera Caseta, ya que era la caseta de fielato más alejada del centro de la población.
Fuente: El Candelario/Escenas de Santander