Santander se levantó en armas de para defender el fuero que, desde 1187, proporcionaba a los santanderinos el dominio del puerto, una hegemonía que les disputaba el señor de Santillana, Diego Hurtado de Mendoza, a quien el rey Enrique IV le concedió la Villa de Santander en agradecimiento a su apoyo en la disputa por Castilla que mantenía con el infante don Alfonso.
Los santanderinos, lejos de amedrentarse, se revelaron para defender su fuero y libertades. Primero fue suplicando al Rey la revocación de la Concesión y elevándose en armas, a lo que respondió el Rey reclamando al Marqués la toma de la Villa sin violencia y con el consentimiento de los vecinos a través de un pacto, pero no anulando la donación.
Posteriormente, al ver que el acuerdo no era posible, Enrique IV se dirige a los santanderinos en una carta fechada el 23 de julio de 1466 para que reconociesen como señor a Diego Hurtado de Mendoza. Con esa misiva, sus tropas se dispusieron a tomar la ciudad, pero los santanderinos lograron un triunfo absoluto en la batalla, apoyados por trasmeranos y otros voluntarios de las Villas de la Costa.
Sería un año después, ya en 1467, cuando al Rey revocó la donación al marqués, y subrayó el hecho que los santanderinos no reconociesen servidumbre a ningún señor salvo al Rey, concediendo el calificativo de Noble y Leal en agradecimiento a su fidelidad