La ayuda inglesa a Santander durante la Guerra de Independencia

 

La primera operación en que intervinieron unidades de guerra inglesas y  españolas coincide con la primer ocupación de la ciudad por los franceses tras la derrota del Escudo en el mes de junio de 1808.
El Capitán de Navío don Blas de Salcedo, a bordo de la fragata española de 34 cañones «Magdalena», mandaba una agrupación formada por dicho buque y la de su misma clase “Venganza” a la que se unía la inglesa “Cossack”

Estas unidades se mantenían frente a Cabo Mayor desde dos días antes de la ocupación de la ciudad, mientras la población santanderina la evacuaba en toda clase de embarcaciones, refugiándose, en los pueblos del sur de la bahía.’
Las fuerzas navales que habían zarpado de la ensenada de Caranza por orden de la Junta del Reino de Galicia, bajo el mando de Salcedo, tenían como misión proteger a Santander y evitar en lo posible su pérdida. La desastrosa
rota de Lantueno y el precipitado repliegue de los voluntarios cántabros hizo imposible toda defensa seria de la ciudad frente a las invasoras tropas francesas.
La noche del 22 al 23, desde dichas fragatas se arrían varios botes con tropa inglesa y española que desembarca en el Sardinero y ocupa las baterías y reductos que habían sido totalmente abandonados por los artilleros montañeses (‘Cabo Menor, Ano, San Martín, etc.). Tras convencerse de que era imposible toda defensa de la ciudad con un mínimo de garantías por falta completa de colaboración terrestre, optaron las tropas por reembarcar, cosa que hicieron
frente a las playas sin más novedad.
Martínez Valverde en su abra «La Marina en la Guerra de la Independencia» dice que «Santander, en la costo norte, igual que Valencia en Levante, presentaba gran interés para los enemigos, para evitar que fuese utilizado como base avanzada de las fuerzas navales de los aliados. Sin embargo, ni Welliington ni los almirantes ingleses se decidieron a ocuparlo hasta ya muy avanzada la guerra (1812) y mostraron siempre su preferencia por La Coruña y Lisboa como bases operativas».

Napoleón, por el contrario, mostró enorme interés por conservar la posición de Santoña, convertida en un Gibraltar francés en el Cantábrico, que sería el último puerto abandonado por Francia en 1814 y que dependió directamente
del Imperio en concepto de base semicolonial durante toda la guerra, es decir, que permaneció alejada en su gobierno de la Corona de José I, si bien evidentemente las autoridades locales afrancesadas (Alcaldes, Ayudantes de Marina,
etc.) estaban en contacto con sus superiores de Santander y de ellas recibían órdenes y reprimendas, con independencia de las que les llovían del mando francés de ocupación.

Rafael González Echegaray

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