Hacia 1782, toma estado oficial la necesidad de demoler todo el lienzo de muralla desde “el Cay” hasta la puerta de Santa Clara. La muralla amenazaba ruina; los cimientos que se apoyaban en el “camino de Traslacava” estaban minados por las aguas pluviales. Además, la naturaleza de aquel terreno, tierras areniscas de asperón, hacía que las mujeres de la calle “de la Mar” acudiesen todos los días a extraerlas, para usos domésticos y esta fue una pequeña industria con la que se ayudaban algunas familias muy humildes. Todavía, y valga el dato en corroboración de este hecho, que tomó carta de naturaleza, en las dos primeras décadas del siglo pasado hemos conocido la perpetuación de la costumbre, pues con frecuencia acudían las llamadas “areneras” a extraer con azadillos, cargas de asperón en los terrenos del fondo de la calle “Sánchez Silva”, junto a los breves restos de un antiguo muro en el callejón que comunicaba con la calle de “San José”.