La sardinera castiza, la verdaderamente típica, era hija de pescadores, nacida y criada en la calle de la Mar, en el barrio habitado el Cabildo de San Martín de Abajo.
De aquella raza no queda ya ni rastro y, por no quedar nada,
no queda ni el nombre de la calle.
Su característica era una desenvoltura y desenfado desconcertantes.Cuando llevaba el capacho cargado de sardinas a la cabeza le parecía estar en posesión de una patente de corso que la autorizaba a cruzar las calles de Santander, dando toda clase de gritos,expresando los más atrevidos conceptos.
-Quita d’ahí, so pendón -decía, empujando a toda vecina que le estorbaba el paso.
Difícilmente se encontraba una sardinera sin su correspondiente mote.Las que más se distinguían por su descaro eran la «Tumbanavíos», la «Juan Soldado», la «Loba» y la «Coloño», cuatro bravas que pisaban fuerte y hablaban de tú al niño-Dios.
Eran capaces de reñir con su sombra, y, con cualquier motivo,armaban una trapatiesta de dos mil demonios.
Revista “La Montaña”, la Habana 1926