«De Alar a Santander tóo era patria» (Tío Neles).
« ¡Aquello era las Indias, las puras Indias! » («Cutres»).
Desde los tiempos en que se habilitó el puerto de Santander para desarrollar el comercio con América fue muy activo el tráfico de trigo y harina del interior que llegaba por el camino de Palencia. Quienes vivían en las aldeas del partido de Reinosa solían hacer más de un viaje a Castilla por año, muchos tenían este acarreo por oficio. Sobre
el próspero Canal de Castilla escribió Esperón, llevado del entusiasmo,en 1850, que sus aguas corrían hermoseando las intensas planicies de Palencia y de Valladolid, ofreciendo ocasión y pretexto para la construcción de un gran número de fábricas que bordean las márgenes del Canal, y por el que se ven surcar las góndolas que conducen a los transeúntes, las barcas que llevan los granos: todo está acompañado de movimiento, de vida, de animación, que se notan en toda su orilla, y en particular en las cercanías de aquellas dos ciudades, donde están los embarcaderos y
esclusas. («Impresiones de viaje» 215)
A buscar aquellos granos iban numerosos trajinantes y arrieros, que en carros o a lomos de mula los transportaban hasta la costa. El tráfico enriqueció a Reinosa y a él se dedicaron buena parte de sus habitantes y de quienes vivían en los pueblos cercanos al camino harinero. El testimonio de los costumbristas permite darnos hoy una idea de cómo fueron aquellos hombres y del ambiente de libertad en el que ejercieron su oficio.
El tráfico entre Alar y Santander era tan continuo que apenas había lugar en el camino para introducir un carro dentro de los que iban de vacío para el interior o que regresaban cargados hacia la costa.
Fuente: Los montañeses pintados por sí mismos, de Salvador García Castañeda