” General, mirad a las provincia de Santander, representada por esta ciudad, venir al templo a tributaros el homenaje tierno de su agradecimiento;ved a un pueblo cuyo mejor sentimiento es el silencio con que os contempla;y si todavía desconocéis el motivo que nos reúne, leed el lema esculpido en esta espada que os presentamos. Él acuerda los días del 10 y 11 de junio, y a su sola memoria el movimiento de nuestros corazones nos dice que el que rodeamos es nuestro libertador. (…) Esta espada que os presentamos, adornada con las armas de la provincia, tiene también inscrito el día de nuestra libertad. Admitirla, general; y cuando la empleéis en el campo de la gloria, tener presente que Santander consagró este don a la humanidad de su amparador, de su libertador, del genio benéfico por quien existe”!
De este modo se expresó en 1810 uno de los más fervorosos seguidores de los franceses, Antonio de Ojesto, comandante de la guardia nacional cántabra, en el homenaje que se ofreció al general francés Bonet, liberador de esta plaza de las tropas patriotas en junio de ese mismo año. En este acto celebrado en la catedral, con la presencia de las diferentes corporaciones representativas de la ciudad y de la Provincia y tras el solemne oficio de la Santa Misa, Santiago Arias, como gobernador de la plaza, entregó una espada de oro al general como prenda de gratitud y de fidelidad de toda una población hacia el nuevo régimen político y constitucional instaurado por Napoleón en la España de principios del siglo XIX.
Los afrancesados cántabros durante la Guerra de Independencia. Rafael Guerrero Elecalde