Desaparecieron muchas cosas que cantaban líricamente en nuestro corazón de pejinos; pero era una dura lex de vida, cuyo fallo acatamos, con dolor, aunque dispuestos a no consentir nunca que el desaliento fructificase en hiedras. Así, lo que se consideró inmensa desgracia, expresada en nostalgias-¡calles de San Francisco y de la Blanca, rincones de las Rúas Mayor y Menor, de la Rúa de la Sal, de la Rúa del Palacio, de la calle de las Naranjas y de Santa Clara, la del Arcillero y aquella tan castiza de la Compañía!-se ha convertido en un resurgir que maravillaría a quien ignorase que no hace muchos años el mar festoneaba de espumas los muros mismos de la Catedral y del Paredón,y que al Sardinero se iba en un trenuco fanfarrón que ensayaba proezas de ingenua velocidad por los prados de San Martín, como un corzo retozón.
José Simón Cabarga.Guía de Santander.1946.