Rogelio de Egusquiza, el pintor santanderino amigo de Richard Wagner

El santanderino Rogelio de Egusquiza (1845-1915) es uno de nuestros pintores raros de Fin de Siglo y sin duda el primer wagneriano, creador en Madrid de la “Sociedad wagneriana española”. La música de Wagner y el arte total de sus óperas, con poesía, pintura, música y canto, fueron una revolución espléndida en toda Europa, incluso en Francia (con la “Revue wagnerienne”) y eso que franceses y alemanes mantuvieron antes y después enconadas disputas. En poco menos de un siglo, Alemania invadió Francia tres veces, siempre inicialmente triunfadora. Franceses y alemanes no se han llevado bien, pero un artista grande como Richard Wagner no es una patria, es mucho más, un mundo…

La familia de Egusquiza pertenecía a la burguesía más ilustrada y liberal de Santander, con una madre (pronto fallecida) concertista de arpa y de parcial origen francés. Acaso por ello, el futuro pintor fue llevado por su padre a París, donde ya en 1860 estudia en la Escuela Imperial de Bellas Artes. Aunque vuelve a Santander y a Madrid, el joven y elegante Rogelio está en 1874 en Roma, en la Academia Española, donde hace amistad con los pintores Ricardo y Raimundo de Madrazo  (cuñados de Fortuny padre) y pinta ya, con clara maestría, esa pintura tan decimonónica, con muchos toques impresionistas, de damas reposando en salones de baile, con sus descotados y sus rosas, o retratos de próceres. Pero sin que desaparezca tal pintura tan epocal, es el encuentro personal con Wagner en Munich y en 1879, lo que significará un giro en la carrera de Egusquiza, incluso cuando vuelva a Madrid, lleno de fulgores germánicos.  Rogelio de Egusquiza en pintura sobre todo (pero asimismo en escultura y aguafuertes) se convierte, sin duda, en el primer pintor español de plena estética wagneriana, uniéndose a una corriente rica en toda Europa: Parsifal, Tristán e Isolda, El anillo del Nibelungo, todo ello tiene hermosa cabida en la obra de Egusquiza, añadiendo aguafuertes en retrato de Schopenhauer, su pensador favorito, o retratos bellos de Luis II de Baviera, el rey excepcional protector de Wagner, o de figuras hispánicas como Goya o Calderón de la Barca, curiosamente muy de moda en Alemania. Refinado, elegante, esteta, Egusquiza distribuyó al morir su obra entre el Museo del Prado y el Museo de Santander, además de lo mucho que estaba en colecciones particulares. De 1893 es su espléndido busto de Wagner -hay una foto con el autor- y de 1906 el hermoso cuadro, hoy en el Prado, “Parsifal”, de aire hermoso y desolado.  Más germánico que francés, el señorial Rogelio de Egusquiza, resulta hoy (dos años después de una muestra suya en el Prado) un pintor, de la corte simbolista en su veta musical, que hay que recuperar o revisitar, porque llena con creces un vacío aparente, ya que no existió nunca: Lo wagneriano pintado.  Falleció en Madrid.

luisantoniodevillena.es

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