Cuenta la crónica que cuando el emperador Carlos V desembarcó en Santander el año 1522, con una flota de 150 naves, a cuyo bordo llegaron cuatro mil alemanes, dos mil flamencos y mucha artillería,mandó arcabucear en la Plaza Antigua a los flamencos que habían auxiliado a los franceses en Fuenterrabía y que llegaron aquí para pedirle perdón, confiados en el indulto. Carlos de Gante se mantuvo inflexible, porque eran tiempos en los que la dura lex del emperador era necesaria para mantener sujetos en la disciplina a los incontables vasallos de todas las naciones sometidas a su cetro. En la Plaza organizó la expedición imperial de 74 piezas de artillería que arrastradas por más de
dos mil mulas, con todo el cortejo de servidores y azadoneros que precedían a la comitiva del césar para abrir camino, marchó hacia Palencia y Valladolid. La Plaza tuvo, pues, el honor de ser visitada por el más grande monarca de nuestra historia, y también el triste privilegio de ser escenario de los trágicos fusilamientos.