Santanderinos:Luis Quintanilla

LUIS QUINTANILLA ISASI (Santander 21.6.1893 – Madrid, 16.10.1978)

León Gerardo Luis Quintanilla Isasi Cagigal Zerragería. Su familia era una típica familia burguesa del siglo XIX. Por el lado paterno, sus antepasados fueron principalmente propietarios de barcos, dedicados al tráfico comercial con las colonias españolas en las Antillas; de hecho, algún bisabuelo suyo ocupó el cargo de gobernador de aquellas islas. Sin embargo, por el lado materno, los Isasi Zerragería poseyeron negocios bancarios en Inglaterra y en el País Vasco, hasta que las guerras carlistas originaron la pérdida del grueso de la fortuna familiar.

En 1907, siguiendo el deseo paterno, se preparó para estudiar Arquitectura, pero abandonó pronto esta idea para dedicarse al mundo de la plástica, profesión que no era bien vista por la familia. Se trasladó en 1912 a París, ciudad en la que pensaba dedicarse a la pintura. Allí se relacionó con Juan Gris y un importante número de pintores vanguardistas.

Quintanilla recordaba cómo en aquellos felices años de su primera estancia en París todavía vivían Renoir, Degas y Monet. Degas tenía su estudio en el boulevard de Clichy y allí acostumbraba verle algunos días. Frecuentó al pintor Zuloaga, que vivía en un estudio casi enfrente de su hotel en Montmartre.

Conoció y trató a Modigliani y a Marc Chagall. Desde París viajó a Alemania en los momentos inmediatamente anteriores a la guerra; allí conoció en directo las obras del expresionismo alemán. La Primera Guerra Mundial lo devolvió a su tierra donde expuso obras cubistas, que no eran comprendidas por el público.

A su llegada, formó un pequeño grupo de tertulia con José Valdor, el arquitecto Elías Ortiz de la Torre, Miguel Artigas y Gerardo de Alvear. Aunque, sin duda, con el que sentía mayor afinidad era con Gerardo de Alvear, pues era el que más se asemejaba a él por edad y aficiones. Alvear le permitió pintar en su estudio. Se trasladó después a Madrid, donde frecuentó las tertulias, especialmente una de cántabros a la que asistían Luis Araquistáin, José Valdor, los hermanos Gutiérrez Abascal, Gerardo de Alvear y Victorio Macho que, aunque era palentino, se sentía santanderino de adopción. Pero Luis Araquistáin, su gran amigo hasta la muerte, frecuentó otra más política, a la que asistían Negrín, Álvarez del Vayo, Juan de la Encina, Ciges Aparicio y Lafora.

La vida de Luis Quintanilla posee múltiples y heterogéneas facetas, llegando a realizar diferentes trabajos.

En 1920 regresó a París donde inició una fraternal amistad con Ernest Hemingway, con quien se relacionó profundamente hasta la muerte del escritor norteamericano en 1961. Disfrutó en estos momentos del bullicioso París de entreguerras, conociendo a gran parte de los artistas de Montparnasse, entre los que sobresale su relación con Vlaminck. Junto a Juan Tellería viajó a Berlín. Fue ahora cuando, bajo la supervisión de Pablo Arrierán, aprendió la técnica del repujado de cuero que le volverá en 1922 a España para realizar el marco de cuero para el Tríptico Lírica y Religión de Gustavo de Maetzu, que actualmente se expone en la Casa de Juntas de Gernika.

Tras realizar el marco para Maetzu, Quintanilla entró de lleno en el mundo de los eruditos de la Biblioteca Nacional. De la mano de Gerardo de Alvear se hizo amigo de Jesús Domínguez Bordona, que precisamente se hallaba preparando una exposición sobre Beatos, de Enrique Lafuente Ferrari, y, sobre todo, de Ángel Sánchez Rivero. En este ambiente, fue el encargado de organizar la Exposición de Códices Miniados, así como los dibujos para el catálogo de esta muestra, que se inauguró en junio de 1924. A finales de este año, partió para Italia, con una beca de la Junta de Ampliación de Estudios para aprender a pintar al fresco. Permaneció allí y se estableció en Florencia, si bien recorrió casi toda Italia entre 1924 y 1926.

A su vuelta a España, expuso sus obras “italianas” en Madrid y comenzó su carrera como pintor muralista, realizando frescos para el Palacio de Liria (1927), el pabellón del periódico La Nación de Buenos Aires (1928), el Consulado de Hendaya (1928), la Casa del Pueblo de Madrid (1931), el Pabellón de Gobierno de la Ciudad Universitaria (1932), el monumento a Pablo Iglesias (1932-1936) y para el hall del Museo de Arte Moderno de Madrid (1934).

Su estancia en Italia, y las violentas acciones de los fascistas italianos, hizo surgir en él una fuerte conciencia social y política lo que le llevó a afiliarse al Partido Socialista Obrero Español a su vuelta a España.

Este mismo año fue detenido y encarcelado al ser localizados en su estudio los miembros del Comité Revolucionario que preparaban la huelga general revolucionaria de comienzos del mes de octubre. El tiempo que permaneció en la Cárcel Modelo fue aprovechado por Quintanilla para realizar una interesante colección de dibujos, algunos de los cuales vieron la luz en 1936 al publicarse el álbum La cárcel por dentro, obra prologada por Julián Zugazagoitia. Hemingway fue el encargado de exponer en Nueva York su serie de grabados, con un catálogo en el que se encuentran textos de Hemingway y de John Dos Passos. Gracias a su ayuda y a la presión ejercida desde el extranjero por otros amigos del pintor —como Lady Asquit, esposa del que fuera premier británico, y madre de una de sus amantes, o Madame Vandervelde, esposa del socialista belga— consiguió salir de la cárcel.

Desde el momento en que se instauró la Segunda República, la militancia y las obligaciones del pintor fueron importantes, de ahí que el estallido de la Guerra Civil le obligase a un claro compromiso con la causa republicana: dirigió el asalto al Cuartel de la Montaña, vivió y conoció directamente la situación del Alcázar de Toledo y dirigió una red de espionaje en la zona de Biarritz, que tenía a Luis Buñuel como intermediario con la Embajada española en París.

En 1937, recorrió el frente realizando más de un centenar de dibujos de la guerra, de innegable calidad histórica y artística. Esta serie de dibujos se expusieron en el Hotel Ritz de Barcelona y posteriormente en el Museum of Modern Art de Nueva York (MoMA) y la Fundación Rockefeller los mostró por Estados Unidos por espacio de año y medio. Estos dibujos fueron publicados en dos libros diferentes: All the Braves (1939) y Franco’s Black Spain (1946).

Gozaba Quintanilla de una gran fama entre los americanos, llegando a ser considerado como un auténtico héroe antifascista.

En 1939, partió para Nueva York, con el encargo del gobierno de la República de decorar el Pabellón Español en la Feria Internacional de 1939 en Nueva York.

Realizó cinco enormes frescos cuyo tema era la Guerra Civil; nunca llegaron a exhibirse al perder los republicanos la guerra. Durante muchos años, se creyó que estos frescos habían sido destruidos, hasta que en 1990 fueron localizados en las paredes del pasillo de un cine porno-gay. A los pocos días de su llegada, contrajo matrimonio con la joven americana Janet Speir, a la que había conocido años atrás en España, cuando ella era secretaria personal de Claude Bowers.

Durante su etapa americana, realizó los frescos de Don Quijote para la Universidad de Kansas City, sobre el tema de Don Quijote y Sancho Panza en el siglo xx, uno de los pocos que se conservan, junto al que realizó para la chimenea de la casa de su amigo Elliot Paul. Alternó su trabajo como pintor con el de ilustrador de libros, principalmente sobre textos de su amigo Elliot Paul; hizo también decorados en Hollywood, donde fue conocido y agasajado por algunos directores, como Jonh Huston —al que familiarmente llamaba “Juanito”—, el cartel promocional de Por quién doblan las campanas, con un retrato de Gary Cooper, y una colección de retratos de escritores americanos contemporáneos bajo el título genérico de Como ellos se ven (pintó entre otros a John Dos Passos, Arthur Miller, John Steinbeck, Doroty Parker, Elliot Paul, etc., llegando a autorretratarse como san Juan Bautista decapitado.) A pesar del buen pie con el que había entrado en América, a partir de 1945, al finalizar la segunda Guerra Mundial y descubrir que Franco no cayó con el fascismo europeo —motivo por el que era consciente de que su exilio duraría hasta la muerte del dictador— se hundió en una profunda depresión de la que logró salir dedicándose profusamente a escribir y pintar; también realizó algún intento como ceramista, aunque sin éxito en ninguna de sus empresas. Escribió ahora innumerables obras, sobre todo de teatro que no llegaron a estrenarse. A partir de la década de 1950, comenzó a redactar sus memorias. La labor de Quintanilla como escritor, a juzgar por la obra que ha dejado, no es nada desdeñable.

En 1957, viajó a Santo Domingo para realizar el retrato del violonchelista Pau Casal —obra que se encuentra actualmente en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid—. Es una obra de gran calidad, que permite conocer el sistema de creación del artista, desde el momento en que, además, la familia de Quintanilla conserva un importante número de bocetos que permiten ver el sistema de trabajo; asimismo, escribió un artículo sobre este trabajo, titulado “Siete mañanas pintando a Casal”, que se publicó en Cuadernos del Congreso para la libertad de la cultura, que narra su experiencia.

En 1958, cuando su situación matrimonial ha tocado fondo, se trasladó a París, donde esperaba recuperar la fama que antaño tuviera en Europa y pudiera aguardar pacientemente que se produjera la muerte de Franco, para regresar a su país. En esta decisión tuvo gran importancia su amigo Luis Araquistáin, a quien le unió siempre un cariño fraternal, como lo atestigua, a parte de las memorias del pintor, el epistolario mantenido entre ambos y que se conserva en la Fundación Pablo Iglesias de Madrid. En 1959, expuso en la Sala Gaveau de París, pero, poco a poco, su situación personal le iba hundiendo en un pozo del que le costaba cada vez más salir. Como en América, encontró salida, junto a la pintura, en la escritura. En la década de 1960, se dedicó a escribir con una cierta regularidad; fue el único momento en el que vio publicarse su trabajo, puesto que la revista Cuadernos del Congreso para la libertad de la cultura, le publicó un importante número de artículos, así como su polémico libro Los rehenes del Alcázar de Toledo; no ocurre lo mismo con sus memorias, que acabó arrojándolas al Sena en clara actitud de desesperanza. Sus últimos años en París los sobrellevó gracias a las visitas de amigos y familiares, como Juan José Cobo Arrarte, Ignacio Azaola o su sobrino Joaquín Fernández Quintanilla, quien era su acompañante más asiduo en sus dos últimos años en España. En 1976 regresó por fin a su patria, donde murió dos años después, sin conseguir contemplar las dos exposiciones antológicas que le tributaban el Museo de Bellas Artes de Santander (noviembre de 1978) y el Ministerio de Cultura (febrero- marzo de 1979).

Luis Quintanilla es un polifacético artista que no sólo debe valorarse como pintor, sino como grabador, repujador de cuero, ceramista y escritor, entre otras múltiples visiones. No obstante, su faceta más importante es la de pintor, siendo un artista conocedor de las vanguardias europeas, con las que convivió en París y Alemania; por ello, en la década de 1930, es un artista moderno que realiza pintura al fresco, en la línea del realismo social.

La mayoría de su obra la realizó en el exilio, uno de los más extensos. Sus lienzos de la etapa americana y de los primeros años del exilio francés son fructíferas composiciones que suponen un intento renovador, desde una plástica individualista y personal.

Esther López Sobrado

*Recogido de la web de la REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA

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