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El lugar, verde de suelo, azul de mar bravío y gris de cielo, podría servir de exteriores para el rodaje de una película de narrativa romántica británica, pero esta ruta transita entre el Faro de Cabo Mayor y La Maruca. Sobre un acantilado y próximo al sitio que ocupaba el Semáforo de Cueto se erige un monumento funarario, aunque no alberga restos humanos, conocido como El Panteón del Inglés. Fue mandado construir por el telégrafo José Jackson Veyán, terminándose su construcción en 1892. Maitilde Camus transcribe parte de ‘Breves Apuntes’ de Jackson donde él mismo cuenta lo que motivó su construcción: «Mi estimado amigo de la infancia, William Rowland, nieto del famoso profesor inglés Sir Robert Rowland Hill, coterráneo y gran amigo, éste, de mi abuelo paterno, era uno de mis más asiduos visitantes durante los meses de estío e incluso en el otoño. Lamentablemente, en septiembre de 1889, cuando Rowland y yo cabalgábamos tranquilamente cerca del acantilado, mientras el mar, con mayor furia que de costumbre rompía con estruendo sobre las rocas, el caballo que montaba mi amigo se asustó de tal forma que le derribó. A consecuencia de la fuerte caída sufrió un duro golpe en la cabeza, con rotura craneana, que le produjo la muerte instantánea. En tanto el caballo, por su propio peso, rodaba despeñándose contra las rocas. A petición de la familia, ocupándome de todo y en resistente caja mortuoria, el cadáver de Rowland fue trasladado prontamente a Inglaterra».El Panteón del Inglés se encuentra en la costa norte santanderina, entre el puente del Diablo y la playa de El Bocal.En el interior de esta edificación existe una placa que reza: «Esta edificación fue encargada por D. José Jackson Veyan, jefe de las instalaciones telegráficas del semáforo de Cueto desde 1877 a 1909 y famoso autor teatral de la época».Fue construido por el maestro cantero Serafín Llama y restaurado por la Escuela Taller de Santander en 1994, siendo alcalde de la ciudad, Manuel Huerta.Este panteón no alberga restos humanos, simplemente se erigió como recuerdo de un amigo. Un recuerdo que deseó inmortalizar en el pequeño mausoleo a cuyas espaldas brama el Cantábrico.¿Pero quién fue el telegrafista José Jackson Veyán? Compaginó su oficio con la pluma literaria: poeta y autor teatral. Nació en Cádiz en 1852 y falleció en Madrid en 1935. Su padre, Eduardo Jackson Cortés, fue uno de los actores teatrales más conocidos en el Cádiz del siglo XIX. José Jackson, aunque vivió casi toda su vida en otras localidades del norte y del centro de España, siempre recordaba con cariño sus orígenes gaditanos.José Jackson Veyán deseaba seguir las aficiones teatrales y literarias de su padre, pero se decantó por el trabajo de telegrafista para lograr una estabilidad personal que le permitiera dedicarse a su ilusión de ser escritor. Así lo contaba: «Se anunció una convocatoria para Telégrafos, y electrizada mi médula espinal con la perspectiva de seis mil realitos anuales, presenté mi solicitud, estudié como un animal, y el año 71 conseguí hacerme del Cuerpo, entrando como oficial segundo».En su primer destino como telegrafista en Santander, inaugura una tradición aún conservada en el Cuerpo de Telégrafos: el recitado de versos al final de los banquetes oficiales, con alusiones a sus compañeros y a la vida de los telegrafistas. Esta costumbre se mantendrá en muchas colaboraciones de Jackson a las revistas de Telégrafos.En su faceta literaria, escribió unos 185 libretos de zarzuela y género chico, algunos como autor y otros como coautor. Colaboró con figuras tan destacadas como el escritor Carlos Arniches y los compositores Bretón, Caballero, Chapí, Chueca y Vives.Entre sus obras se encuentran los libretos: ‘El barquillero’, ‘El capote de paseo’, ‘Los trabajadores’ y ‘Château Margueaux’, también ‘Primeros acordes’, ‘Mi libro de memorias’ y ‘Allá va eso’ (poesía).Fue colaborador habitual en revistas y semanarios de la época, como ‘Blanco y Negro’, ‘Mundo Cómico’ y ‘La Ilustración Española y Americana’, así como en revistas corporativas como ‘El Telegrama’ y ‘El Telegrafista Español’.El abuelo de su amigo fallecido en los acantilados de Cueto, Sir Robert Rowland Hill (3 de diciembre, 1795-27 de agosto, 1879), fue un docente británico y reformador social.Sir Robert Rowland Hill es conocido en Inglaterra no sólo por iniciar una importante reforma educativa, sino especialmente por realizar la reforma en el sistema postal con la introducción de la idea del franqueo y del sello. Pero lo que nos interesa es su faceta como reformador educativo: el padre de Rowland, Thomas Wright Hill, fue un innovador en la educación y la política, incluso entre sus amigos Joseph Priestley, Tom Paine y Richard Price.Rowland Hill diseñó un modelo de escuela innovadora que incluía tales adelantos para su época como un laboratorio de ciencias, una piscina, calefacción y aire forzado. En 1822 él y su hermano publicaron un libro que se llama ‘Public Education’ que reafirmaba la idea de que en las escuelas públicas se tuviera una clase de educación física en el gimnasio una vez a la semana, volviéndose muy popular la escuela de su familia, lo que suponía una total novedad para la época. Este sistema educativo sostenía que la bondad, en vez de azotes, y la influencia moral, más que miedo, debía ser la fuerza predominante en la disciplina de la escuela.
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