Las cigarreras de Santander (I)

Aunque los costumbristas le hayan dedicado menos atención me parece de mayor interés el tipo de la cigarrera. Al contrario de las costureras que trabajaban para las familias burguesas a domicilio y preten-
dían imitarlas, las cigarreras lo hacían en una fábrica, estaban conscientes de ser proletarias y vestían como tales: «las sueltas oficialas que traen su jornada de allá arriba, de aquello que fue convento […] son
blasón de su gremio el pañuelo rojo muy estirado sobre el seno, el ancho delantal que casi se convierte en falda, y la cesta negra colgada al brazo» (Enrique Menéndez Pelayo, «Nuestros paseos. La calle de San Francisco»). Lo mismo que sus compañeras coruñesas retratadas por Pardo Bazán en La Tribuna, las de Santander gustaban también de la política y Enrique Menéndez recuerda que tras la abdicación de don Amadeo fue «la mujer personaje muy principal en cuantas fiestas o manifestaciones republicanas se celebraban en la ciudad: y que entre todas se distinguía la cigarrera Agueda Montes, a quien llamaban «La Republicana». Y, a propósito, recordaba una habanera tan característica como graciosa:

Republicana del alma mía:
tú que a las flores envidia das,
ven, derribemos la Monarquía;
de mis amores reina serás
La morenita que yo prefiero
es una niña muy liberal;
cuando la digo «Por ti me muero»,
responde «Viva la Libertad»!
(Menéndez Pelayo, Memorias 25-26)

Salvador García Castañeda

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