Cuando en el siglo XVIII Santander se convierte en ciudad, dentro de las murallas sólo había una fuente, la de Santa Clara. Fuera de las murallas, en cambio, estaban las fuentes del Río de la Pila, Becedo, o de San Francisco, y el Cubo, aunque más que fuentes eran simples manantiales. En aquel entonces la gente tenía la costumbre de limpiar el pescado y las hortalizas en las fuentes, así como de lavarse los pies, lavar la ropa de los enfermos, dar de beber al ganado y otros actos que obligaron a tomar medidas urgentes para desterrarlos.
En 1757 se pusieron caños a las fuentes del Río de la Pila y de Becedo, y en 1771 se hizo una derivación en la fuente de Santa Clara para instalar otra fuente en la Plaza Vieja, a la que se llamó “La Giralda”. El problema del agua potable continuó, y en 1804 se descubre el manantial de Perines, en el que se instala una fuente junto al Camino Real, y la fuente de La Giralda es trasladada junto al puente de La Ribera. Acabada la Guerra de Independencia, se descubre un nuevo manantial en Becedo que acabó suministrando agua a la fuente que había en la Alameda Primera. En Molnedo había un manantial que alimentaba la aguada de los buques y un lavadero de diez caños.