La Compañía de Jesús en la villa de Santander

En el año 1568, el levantamiento de los moriscos de las Alpujarras requirió la movilización de los tercios. Juan de Austria se situó al frente de aquella dura campaña que costó la vida a aquel que lo había criado: Luis de Quijada. Antiguo mayordomo del emperador Carlos V, Quijada estableció en su testamento que su esposa, Magdalena de Ulloa (1525-1598), hiciera dentro de sus tierras en Villagarcía de Campos fundación del lugar en el que sería enterrado. Después de desistir de ingresar en las Huelgas Reales de Valladolid, la viuda se entregó a una intensa actividad de patronato, asistencia social y obras pías, administrando una fortuna que, en la fecha de su muerte, se cifraba en 455.000 ducados. La Compañía de Jesús fue principal beneficiaria de la liberalidad de Magdalena de Ulloa, asesorada por su hermano fray Domingo de Ulloa, Hernando de Villafañe y el confesor jesuita Baltasar Álvarez, a la hora de decidir su primera gran fundación docente en Villagarcía de Campos. Además de este establecimiento, promovió los colegios de San Matías en Oviedo (1574) y la Anunciata en Santander, cuya carta fundacional se fecha en septiembre de 1594.

El corazón de la villa

El colegio de la Compañía de Jesús de Santander fue construido a lo largo del siglo XVII, extendiéndose las obras hasta principios del XVIII. Durante casi cuatrocientos años este complejo, el palacio de Riva Herrera y la Casa Consistorial conformaron la Plaza de la Llana: el viejo corazón de Santander. La agitada historia de la fundación corre paralela a la de la propia orden y a los avatares de la villa. Así, cuando el rey Carlos III procedió a «expulsar de todos mis dominios de España e Islas Filipinas y demás adyacentes a los Regulares de la Compañía», en las jornadas del 1 y el 2 de abril de 1767, la iglesia se transformó en parroquia (en el diccionario de Madoz de principios del XIX, las dependencias colegiales constan como ‘palacio episcopal’).

La iglesia actual

Ya en el siglo XX el recinto sufriría otras agresiones. En 1936, durante la alcaldía de Ernesto del Castillo Bordenabe, fue derribada la nave del evangelio para ensanchar la calle de Santa Clara. Cinco años después, el centro de la ciudad fue engullido por el fuego y la iglesia sólo conservó sus muros. El demoledor proyecto de reconstrucción sólo respetó a este templo y a la catedral, destinadas a configurar la llamada Vía Espiritual. Tras los desmontes que se acometieron entonces, la fachada principal quedó aislada del paso de los peatones, elevada sobre un zócalo que alojaba varios espacios comerciales.

La iglesia superviviente es una construcción de una nave de tres tramos con capillas laterales y el crucero cubierto por una cúpula. Presenta el acceso por un arco de medio punto, enmarcado por pilastras dobles que sostienen entablamento y frontón partido, con una hornacina que albergaba una imagen de Ignacio de Loyola. En el segundo piso se abre una ventana flanqueada por dos escudos del primer marqués de Villapuente de la Peña. Sus trazas revelan la influencia del clasicismo vallisoletano y se han atribuido tanto a Alonso de Tolosa como a Juan de Nates. Fue declarada Bien de Interés Cultural en 1992.

Más información:

www.cantabria102municipios.com

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