Las huellas de ‘Sotileza’

Un recorrido por los paisajes de Santander que traza José María Pereda en su novela costumbrista

El Diario Montañés

Sotileza, localismo santanderino de sutileza, es la parte más fina del aparejo de pescar donde va el anzuelo. También es el título de la novela cumbre (con permiso de ‘Peñas arriba’) del escritor de Polanco, José María de Pereda. La novela costumbrista se desarrolla en el Santander marinero de principios del siglo XIX, centrándose en los amoríos que suscita su protagonista, Silda, una joven huérfana que es acogida por un matrimonio de marineros de la calle Alta. Es precisamente el marido quien, encandilado por la gracia de la niña, decide apodarla Sotileza.
‘Sotileza’ es una novela publicada en 1984. Su autor, José María de Pereda, vivió en Santander gran parte de su vida. Su estilo se caracterizó por el abuso de la descripción detallada y prolija, enumeraciones y sustantivos concretos; el uso del párrafo largo y complejo provisto de abundante subordinación, la reproducción casi magnetofónica del habla popular, tal cual se pronunciaba y sin corrección alguna que pretenda idealizarla.
Cuando Pereda saca a la luz ‘Sotileza’, su amigo Marcelino Menéndez Pelado encuentra por fin la ansiada continuación de ‘La leva’ y de ‘El fin de una raza’, la novela que él como santanderino y calle- altero deseaba: «¿Qué he de decir de un libro que es la epopeya de mi calle natal, libro que he visto nacer y que casi presentía y soñaba yo antes de que naciese?». Y además ese libro posee esa cualidad distintiva del estilo de Pereda que él tanto alaba: «La fuerza, es decir, la sublimidad». En el discurso de inauguración del monumento a Pereda, en los jardines que llevan su nombre, el 23 de enero de 1911, un Menéndez Pelado ya enfermo subraya que la cualidad «genial» de Pereda se concreta «en que alcanzó la sublimidad en dos o tres momentos de su obra». A lo largo de la ‘Historia de las Ideas Estéticas’, al analizar la emoción sublime, se refiere a ella, precisamente, como el resultado del enfrentamiento entre la voluntad indomable del hombre «y una fuerza enorme, titánica, desatada, tal cual los críticos románticos la consideraban».
Pereda perteneció al realismo de la segunda mitad del siglo XIX, la época de los llamados ‘novelones’, en la que convivían dos corrientes: una conservadora, que alababa las más rancias costumbres populares (José María de Pereda, Juan Valera, Gustave Flaubert) y otra progresista, caracterizada por la denuncia social (Benito Pérez Galdós, Leopoldo Alas ‘Clarín’). En la vecina Portugal el más ilustre escritor de este movimiento, en su versión crítica, fue Eça de Queirós, autor de la celebrada ‘Os Maias’.
Recuerdo nostálgico
La huella de ‘Sotileza’ en Santander pervive hoy en día como un recuerdo nostálgico, aunque permanece el conservadurismo perediano en la idiosincrasia social. De hecho, Pereda cuando escribe su obra en la que exalta a los pescadores de la ciudad, retrotrae la trama a siete u ocho décadas atrás. José María de Pereda, en el prólogo de ‘Sotileza’, deja muy clara su intención de recuperar el Santander que se fue. Ese prototipo de personaje estaba desapareciendo, desde el pescador a la sardinera. En el Cabildo de Arriba, el embarcadero se encontraba en aquellos tiempos en los terrenos que ocupa la estación de Renfe. Hasta allí llegaba la mar, pero los posteriores rellenos centró la actividad pesquera en Puertochico, el último escenario marinero de la ciudad. El fin del Santander costumbrista y marinero empezó con la llegada del siglo XX y el derribo de las casas de pescadores. Del último reducto, Puertochico, quedaron algunas viviendas en la calle Tetuán, y cerca del Arrabal, en la calle Río de la Pila.
Con los rellenos se construyó la rampa de Sotileza que enlazaba la calle Cádiz con la calle Alta, obra ejecutada entre 1883 y 1887. Se trataba de una vía transversal adoquinada que comunicaba la antigua Puebla Vieja de la capital con el nuevo área de expansión. Como recuerdo a la novela de Pereda, se inauguró este año una actuación artística de la escultora santanderina Concha García, que reprodujo en 611 metros lineales pasajes del texto manuscrito que se extiende sobre el ‘Paredón’. Años atrás, el dibujante José Ramón Sánchez, diseñó un mural sobre la novela en la entrada del Parque del Agua.
Aún se mantienen en pie algunos edificios dignos de reseñar y símbolos callealteros como la iglesia de la Consolación (donde fue bautizado Menéndez Pelayo), el Convento de Santa Cruz (fábrica de Tabacalera) y el antiguo hospital de San Rafael (sede del Parlamento de Cantabria).
En la calle Alta se conserva el bloque de viviendas con escudo heráldico más antiguo catalogado en la ciudad. Se levantó a finales del siglo XVIII en el número 30.
La sombra de Pereda es alargada en Santander, y para muchos resulta excesiva. La principal vía arterial, levantada en El Ensanche y frente al muelle Calderón, lleva su nombre, así como los jardines que fueron diseñados entre Alfonso XIII y el Palacete del Embarcadero, donde se halla una estatua que está decorada con escenas de sus obras más representativas. El instituto José María de Pereda se localiza en la calle General Dávila. El Barrio Pesquero, el último asentamiento para las gentes de la mar, en los años 50, lleva el nombre de Avenida de Sotileza en su calle principal y la célebre novela da nombre a su instituto. Ya en tiempos más recientes, la sala pequeña del Palacio de Festivales se llama Sotileza.
Ni Frank Kafka en Praga, ni Fernando Pessoa en Lisboa, han recibido tantos homenajes en su callejero y monumentos.
La huella de Pereda, de ‘Sotileza’, permanece grabada a fuego en el imaginario de la sociedad santanderina. ‘Clarin’ describió un Oviedo (Vetusta) provinciano universal, aunque no lo consiguió, mientras que Pereda tenía una visión más aldeanista de Santander.

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