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Aparte de la propagación de las epidemias que llegaban por mar o de las regiones limítrofes, la suciedad de algunas fuentes y la contaminación fácil de las vías de conducción, así como la existencia de basureros en algunas calles, favorecían los contagios, que tomaban un carácter grave cuando se trataba del tifus, la viruela o el cólera, como l
ocurrió, en este Último caso, en octubre de ,1854, contagio que continuó al año siguiente cuando enfermó el joven José María de Pereda.