Anacarsis Escita

1. Anacarsis, escita, hijo de Gnuro y hermano de Caduida, rey de Escitia, nació de madre griega; por cuya razón supo ambos idiomas. Escribió sobre las leyes de los escitas, y sobre lo conducente a la frugalidad de la vida de los griegos. Escribió también de la guerra hasta unos ochocientos versos. Su libertad en el decir dio motivo al proverbio de hablar escítico. Sosícrates dice que Anacarsis vino a Atenas en la Olimpíada XLVII, siendo arconte Eucrates; y Hermipo añade que fue a casa de Solón y mandó a uno de los familiares de éste dijese a su amo estaba allí Anacarsis, por si quería gozar de su vista y hospedaje. Que el criado dio el recado a Solón, el cual respondió que «los huéspedes son los que están en su patria» (62). Con esto entró Anacarsis, diciendo que él estaba entonces en su patria, y por tanto le pertenecía hacer huéspedes a otros. Admirado Solón de la prontitud, lo recibió y lo hizo su grande amigo.
2. Pasado algún tiempo volvió a Escitia. Parece quería reformar las leyes patrias y establecer las griegas, por lo cual lo mató su hermano, ya mencionado, andando de caza con una flecha. Murió diciendo que «por su elegancia en el decir había vuelto salvo de Grecia, y que moría en su patria por envidia». Algunos dicen que murió mientras hacía sacrificios al uso griego. Mi epigrama a él es el siguiente:
Vuelto a Escitia Anacarsis, quiso enmendar errores de su patria, procurando viviese al uso griego: Mas no bien pronunciada su sentencia, cuando un volante dardo en un momento lo trasladó a los dioses inmortales.
3. Decía que «la cepa lleva tres racimos: el primero de gusto, el segundo de embriaguez y el tercero de disgusto». Admirábase mucho de que entre los griegos se desafiasen los artistas y juzgasen de las obras los que no eran artífices. Preguntado de qué forma se haría uno abstemio o aguado, respondió: «Mirando los torpes gestos de los borrachos». Decía también que se maravillaba de «cómo los griegos, que ponen leyes contra los que injurian a otros, honran a los atletas que se hieren mutuamente». Habiendo sabido que el grueso de las naves no es más de cuatro dedos, dijo: «Tanto distan de la muerte los que navegan». Llamaba al aceite «medicamento de frenesí, pues ungidos con él los atletas se enfurecían más unos contra otros». Decía: «¿Cómo es que los que prohíben el mentir mienten abiertamente en las tabernas?» Admirábase también de que «los griegos al principio de la comida beban en vasos pequeños, y después de saciados en vasos grandes» (63). En sus retratos anda esta inscripción: «Se debe refrenar la lengua, el vientre y la carne».
4. Preguntado si en Escitia había flautas, respondió: «Ni tampoco cepas». A uno que le preguntó qué naves eran más seguras, le respondió: «Las que están en el puerto» (64). Decía había visto en Grecia una cosa que le admiraba, a saber: que se dejaban el humo en el monte y traían la leña a casa (65). Preguntándole uno si eran más los vivos que los muertos, respondió: «¿En qué clase de esas dos pones los navegantes?» A un ateniense que le objetaba el que era escita, respondió: «A mí me deshonra mi patria; pero tú eres el deshonor de la tuya». Preguntado qué cosa era buena y mala en los hombres, respondió: «La lengua». Decía que «mejor es tener un amigo ilustre que muchos ordinarios». Llamaba al foro «lugar destinado para mutuos engaños y fraudes». Habiéndolo injuriado de palabra un joven en un convite, dijo: «Mancebo, si ahora que eres joven no puedes sufrir el vino, cuando envejezcas sufrirás el agua». Según algunos, inventó para el uso de la vida humana las áncoras y la rueda de alfar. Escribió esta carta:
ANACARSIS A CRESO
5. «Me fui a Grecia, oh rey de Lidia, a fin de aprender sus costumbres y disciplina. No necesito oro alguno, y me basta si vuelvo a Escitia más instruido: no obstante, pasaré a Sardes, pues tengo en mucho ser tu conocido.»
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(62) Huéspedes en propiedad se llaman los que hospedan en sus casas a los forasteros; pero la costumbre ha hecho llamar también huéspedes a los hospedados. Las palabras siguientes de Anacarsis suelen interpretarse variamente, queriendo unos significarse por ellas que hallándose en casa de Solón su amigo y sabio, se consideraba en su casa propia, y que con esta satisfacción echó aquella que él tuvo por gracia. Otros pretenden que la respuesta fue decir a Solón que, pues estaba en su casa, a él tocaba hospedar a Anacarsis forastero: y éstos ponen άντόν en vez de άντός que leemos comúnmente en el texto griego. (63) Filón, Ateneo y otros hacen memoria de esta costumbre griega. (64) Ateneo, lib. VIII, atribuye este dicho al músico Estratónico. (65) Algunos lo entienden del carbón; otros, de la leña tostada que usaron los antiguos y aún usan algunas ciudades de Italia.
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