1. Jenócrates, hijo de Agatenor, fue natural de Calcedonia, y discípulo de Platón desde sus primeros años, y lo acompañó a Sicilia. Era tardo de mente, tanto que Platón, comparándolo con Aristóteles, cuentan que dijo: «El uno necesita de acicate; el otro de freno». También: «¡Para qué caballo unto un tal asno!» Por lo demás era Jenócrates de rostro grave y severo, de manera que Platón solía decirle: «Sacrifica a las Gracias, Jenócrates». Por lo ordinario habitó en la Academia. Si alguna vez iba a la ciudad (261), dicen que todos los tumultuantes y alborotadores se apartaban del camino cuando pasaba él. Y que habiendo entrado en su casa con designio de solicitarlo la meretriz Friné, haciendo como que huía de algunos, como él la recibiese por humanidad, y no tuviese más de una cama, le cedió una parte de ella, como se lo suplicaba. Finalmente, cansada de rogarle satisfaciese su deseo, se fue sin conseguirlo. A los que la preguntaban de lo sucedido, decía: «Que ella no salía de estar con un hombre, sino con una estatua». Algunos dicen que sus discípulos le metieron a Laida en su cama; pero que él fue tan continente, que más quiso darse muchos cortes y aun fuego a sus genitales, que macularse.
2. Era tan veraz que, no siendo lícito entre los atenienses atestiguar sin prestar antes juramento, sólo a Jenócrates le fue el juramento condonado. Era frugalísimo; y habiéndole enviado Alejandro una gran suma, tomando sólo 3.000 dracmas (262) áticas, le remitió lo demás, diciendo «que necesitaba de más caudales quien había de mantener más gentes». Tampoco recibió el dinero que le envió Antípatro, según dice Mironiano en los Símiles. Habiendo sido condecorado con una corona de oro en un convite que hizo Dionisio en la fiesta de los congios (263), al salir del convite la puso a la estatua de Mercurio, ante quien solía poner otras de flores.
3 Dicen que fue con otros enviado embajador a Filipo, y que éste ablandó a los demás con regalos, convites y conversaciones; pero Jenócrates nada de esto hizo, y por esta causa no lo admitió Filipo. Vueltos a Atenas los embajadores, dijeron que en balde había ido con ellos Jenócrates; y cuando ya se le preparaba la pena, oyeron de él «que entonces más que nunca se había de precaver la república, pues Filipo había ablandado a los otros con dones, pero a él de ningún modo había podido doblarlo». Dicen que de esto le resultó duplicado honor; y aun Filipo dijo después que, de cuantos embajadores habían venido a él, sólo Jenócrates no había admitido regalos. Habiendo ido también embajador a Antípatro (pidiendo entregase los soldados atenienses hechos prisioneros de guerra en la batalla de Lamia), como lo convidase a cenar con él, pronunció los versos siguientes (264):
¡Oh, Circe! ¿qué varón prudente y cuerdo
podrá gustar comida ni bebida,
antes que a sus soldados libres vea?
De cuya prontitud admirado Antípatro soltó y remitió a los prisioneros.
4. Habiéndose retirado a su seno un pajarillo seguido de un sacre, lo acogió y lo libertó diciendo: «No se debe entregar a quien se humilla». Como Bión se burlase de él, le dijo: «Nada le responderé, pues tampoco se digna la tragedia responder a la comedia que la moteja». A uno que quería concurrir a su escuela sin haber antes aprendido música, geometría ni astronomía, le dijo: «Anda, vete de aquí, pues careces de las asas de la filosofía» (265). Otros escriben que dijo: «Aquí no curamos lana». Habiendo Dionisio dicho a Platón que alguno le cortaría el cuello, como se hallase allí Jenócrates, mostró el suyo diciendo: «Nadie cortará aquél antes que a éste». Dicen que una vez al partir Antípatro para Atenas se despidió de él, y que no le respondió hasta concluir el discurso que estaba haciendo. Como era sumamente modesto y enemigo del fausto, pasaba muchas veces los días meditando, y aun destinaba, según dicen, una hora al silencio.
5 Dejó muchos escritos en verso y muchas paréneses, que son como se sigue: seis libros De la naturaleza; seis De la sabiduría; uno De la riqueza; otro titulado Arcas; otro Del infinito; otro Del niño; otro De la continencia; otro De lo útil; otro Del libre; otro De la muerte; otro De lo espontáneo; dos De la amistad; uno De la equidad; dos De lo contrario; dos De la felicidad; uno Del escribir; otro De la memoria; otro De la mentira; otro titulado Calicles; dos De la prudencia; uno De la economía; otro De la templanza; otro De la fuerza de la ley; otro De la República; otro De la santidad; otro De que la virtud es enseñable; otro Del ente; otro Del hado (266); otro De las pasiones; otro De las Vidas; otro De la unanimidad; dos De los discípulos; uno De la justicia; dos De la virtud; uno De las especies; dos Del deleite; uno De la vida; otro Del valor; otro Del uno (267); otro De las ideas; otro Del Arte; dos De los dioses; dos Del alma; uno De la ciencia, otro titulado El Político; otro De la pericia (268); otro De la Filosofía; otro De Parménides; otro titulado Arquedemo, o sea, De la justicia; otro De lo bueno; ocho De las cosas intelectuales (269); once De la solución (270) de las cosas tocantes a la Oratoria; seis Acerca de la Física; uno titulado Capítulo; otro De los géneros y especies; otro De los dogmas pitagóricos; dos De soluciones; ocho De divisiones; treinta y tres (271) libros de Conclusiones y catorce Del modo de disputar. Además de esto escribió otros quince libros, y otros dieciséis más; otros nueve acerca de las Disciplinas sobre que versa la Lógica (272); seis De las Matemáticas; otros dos libros Acerca de las cosas mentales; cinco libros De Geometría; uno de Comentarios; otro De Contradicciones; otro De Aritmética; otro De la teórica de los números; otro De los intervalos; seis De Astrología; Elementos a Alejandro sobre el reinar; cuatro libros A Aruba, A Efestión; más dos libros De Geometría en 345 versos (273).
6. No obstante que era tal Jenócrates, lo vendieron una vez los atenienses por no haber podido pagar el impuesto de vecindario (274). Comprólo Demetrio Falereo, y ocurrió con ello dos cosas, pues restituyó la libertad a Jenócrates y satisfizo el impuesto a los atenienses. Refiérelo Mironiano Amastriano en el libro I de sus Capítulos históricos semejantes. Sucedió a Espeusipo, y dirigió la escuela veinticinco años, bajo de Lisímaco, habiendo comenzado hacia el año segundo de la Olimpíada CX. Murió de noche, habiendo tropezado en un barreño, ya a los ochenta y ocho años de edad. Mis versos a él son éstos:
En un cuenco de cobre tropezando,
cayó e hirió Jenócrates su frente.
Ay de mí, clamó en grito, y murió luego
el varón que era un todo, y para todos.
7. Hubo seis Jenócrates (275): uno escritor de táctica, muy antiguo, pariente y conciudadano de nuestro filósofo. Corre una oración suya titulada Arsinoética, escrita en la muerte de Arsínoes. Otro, filósofo, escritor elegíaco no muy estimado. Así sucede, pues si los poetas quieren escribir prosa les sale bien, pero si los prosista se meten en la poesía, tropiezan. Esto es constante, como que lo uno es obra de la naturaleza, lo otro del arte. Otro Jenócrates hubo estatuario, y otro que, según Aristoxeno, escribió odas.
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(261) De Atenas.
(262) Suplo la voz dracmas, como dije en otro lugar.
(263) Por χατασχοϋσι parece debe leerse Χοϋσι, congios. Éste es el parecer de Menagio, y así se halla escrito en el Timeo de Platón, en Ateneo y Eliano. Podrá verse Juan Meursio en su Groecia feriata y en otras obras suyas. El chóas o chus era igual en cabida al congio romano, medida de cosas líquidas. Contenía diez libras romanas de agua, capacidad igual a la de medio pie cúbico romano o geométrico, y vendría a ser unas 120 onzas nuestras de agua común.
(264) Son de Homero, lib. X, Odis., v. 363.
(265) Quiso decirle: No tienes con qué agarrarla.
(266) Περί έιμαρμένης.
(267) Περί τοΰ ένός.
(268) Περί έπιοτημοσύνης.
(269) Τών περϊ τήν διάνοταν.
(270) Λύυις τών περϊ τούς λόγους.
(271) El texto tiene aquí por número χ΄ μ΄ γ΄ que deben sumar 63. Así, no comprendo la razón de hallarse 33 en todas las versiones que he registrado. El número siguiente está figurado así: ιέ, μ΄, α΄, β, ψ΄, μ΄; bien que la edición de H. Estéfano, por ιδ que vale 15, pone ιδ΄ que es 14, a que corresponden las versiones. Los otros dos números ιέ, 15, y ιί, 16, van conformes.
(272) περί τήν λήξιν λογιχών, puede también significar: De la dicción retórica u oratoria.
(273) El número es μ΄χ΄β΄δ΄σ΄λ΄θ΄, cuyo valor sumado es 305.
(274) Este derecho o tributo eran 12 dracmas anuales los hombres y seis las mujeres que de otros países se viniesen a establecer a Atenas. Quien no podía pagar era vendido. Es creíble que Jenócrates debiese algunas pagas del impuesto; pues ¿quién sería tan pobre que no pudiese pagar 24 reales que vendría a importar una anualidad? Véase Suidas, v. Μετοίχιον.
(275) Debiera decir cinco, incluso el presente; y no incluso, cuatro. Las palabras γεγόνασι δέ χαί αλλόι Ξενοχράτεις ς΄ excluyen al presente, diciendo hubo dos Jenócrates. Así, es muy probable que el texto esté corrupto y falto de algún período que nombrase otros dos Jenócrates; pues en los números no puede haber error, estando en los códices escrito con letras, y no con cifras de guarismo.