MISERERE
Pon, Señor, mi pecado
bajo el oscuro velo del olvido.
Sé que estás enojado
y ves con desagrado
los deslices y el mal que he cometido.
Perdóname, Señor.
Olvida mis errores y mis culpas.
Muy grande es mi dolor,
soy un gran pecador,
acepta mi aflicción y mis disculpas.
Mucho tiempo he perdido.
Mucho tiempo, Señor, me has esperado,
pero te he prometido
no ser un descreído,
no tener un final tan desgraciado.
Y de aquí en adelante,
de rodillas, postrado ante tu trono,
con amor delirante
y en oración constante,
en tus divinas manos me abandono.