Tudanca está situada en una depresión de la zona media-alta del río Nansa. Se accede siguiendo la carretera que discurre el río que enlaza con PuenteNansa.
Su extensión en Km2 es de 52,4. Tiene una densidad de 5,57 H/Km2.
Cuenta con 4 nucleos de población: La Lastra, Santotís, Sarceda, Tudanca.
La localidad de Tudanca, declarada “Conjunto Histórico-Artístico Nacional” en 1983 por su riqueza arquitectónica, se encuentra a poco más de 50 km de Santander. El paisaje, las costumbres y habla de sus gentes, fueron recogidos por José María de Pereda en la novela “Peñas Arriba”, con el nombre de “Tablanca”.
Es la localidad más interesante de este municipio, principalmente debido a la llamada La Casona de Tudanca, morada del escritor Don José Maria de Cossío, quien formó una espléndida biblioteca, así como una gran colección de dibujos, grabados y pinturas de muy diferentes épocas y de gran calidad artística.
Se trata de una edificación barroca de principios del siglo XVIII, con entrada en arco de medio punto sobre el cual se aposenta un magnífico escudo.
Importantes personalidades de las Letras y las Artes han pasado por esta casa: Unamuno, García Lorca, Alberti, Marañón, Cela…
Actualmente es un Museo – por deseo de José María de Cosío- perteneciente al Gobierno de Cantabria.
La Casa de La Herrán, con escudo en uno de sus cortavientos, de finales del siglo XVII, completa, junto con el conjunto de corralada y viviendas situado en la parte alta del pueblo, la representación de su arquitectura noble.
En el “Vao La Reina” se encuentra la ermita de la Virgen de las Nieves, patrona de Tudanca cuyos orígenes se remontan al siglo XVI.
En el camino hacia esta ermita se encuentra el humilladero del Collado de Hoz, recientemente reconstruido, aunque la cruz primitiva se encuentra depositada en la Casona.
Respecto a la arquitectura religiosa, destaca la iglesia parroquial, de planta de cruz latina, con bóveda
s de crucería de terceletes y combados, que puede datar del siglo XVIII.
La arquitectura rural, común a todo el valle del Nansa conserva la fisonomía y el trazado peculiar de la época barroca, caracterizado por la disposición de las casas en hilera, formando pequeñas calles paralelas empinadas, adaptándose a la morfología del terreno.
Digna de mención es también la antigua escuela, actual biblioteca del Alto Nansa, fundada por el indiano don Pascual Fernández de la Cuesta en 1757.
Es un municipio de poco más de doscientos habitantes, donde la emigración, desde hace mucho tiempo, se ha convertido en una constante. La dificultad para arar la tierra, hace que esta no constituya una salida económica para sus habitantes, los cuales se dedican principalmente a la explotación ganadera. La vaca de raza tudanca, que toma el nombre del núcleo principal ha sido reemplazada paulatinamente por otras razas de aptitud cárnica.
Los numerosos grupos que visitan el pueblo y “La Casona”, el incipiente turismo rural y los servicios complementarios, derivados de ellos, están iniciando una fase de transformación económica del municipio donde la economía tradicional, de fuerte implantación ganadera, convive con nuevas formas.
Cultura y Tradiciones Populares
Siendo un lugar que da nombre a la famosa vaca de la raza cántabra: la tudanca, la cría de este ganado y su exportación fue la principal ocupación de sus gentes. La cría de este ganado y su exportación fue la principal ocupación de sus gentes.
Para ello contaban con excepcionales pastos en las Brañas de Carraceo y Escajos.
Mención especial merece el “Prau conceju”, prado comunal, que todos los años se reparte, dividido en lotes, entre los vecinos, con iguales derechos según su condición, casado, soltero, viudo, etc., y que se siegan los días señalados. Tienen un lugar importante en la literatura, pues a esta función ha dedicado un admirable ensayo Don Miguel de Unamuno, que presenció un año la siega, y esta institución la considera Joaquín Costa como modelo en su libro “Colectivo agrario”. Esta hierba se bajaba al pueblo cargada en las “basnas”, especie de trineos articulados arrastrados arrastrados por vacas. También se cultivaba la tierra, cosechando principalmente maíz. Se practicaba la pesca en el río y la caza mayor y menor en los montes. Había buenas castañas y avellanas. A esta función ha dedicado un admirable ensayo Don Miguel de Unamuno, y a esta institución la considera Joaquín Costa como modelo en su libro “Colectivo agrario”. Ocupación muy importante para los tudancos era también la artesanía de la madera y su exportación de carros sobre todo para la provincia de Palencia.
En la ermita de la Virgen de Las Nieves, situada en “Vao La Reina”, se celebraban una feria de ganado. Son bastante famosas las trovas del lugar. Por referir una muy conocida:
En Tudanca tengo vacas,
En La Lastra las ovejas,
En Santotís las albarcas,
Lindas palas en Salceda.
El pueblo de Tudanca, sus gentes y costumbres fueron descritos por Pereda en “Peñas Arriba”.
El municipio de Tudanca carece de vestigios conocidos de cualquier tipo de ocupación durante la Prehistoria, así como de época romana.
Las entidades de población de Tudanca comienzan a aparecer en la documentación conservada desde finales del siglo XI, formando parte ya de la Merindad de las Asturias de Santillana. Concretamente, la mención más antigua del valle de Tudanca es del año 1094, cuando unos vecinos de la aldea anexionaron el monasterio de San Pedro de Tudanca a Santa Eulalia de Terán.
Con la progresiva sustitución del poder abacial por los linajes locales, el patrimonio señorial de Garcilaso de la Vega se extendió hasta este valle. Consta que una casa que éste poseía en Tudanca pasó a manos de su segundo hijo, Gonzalo Ruiz de la Vega, quien, luchando contra los musulmanes en la batalla del Salado, consiguió importantes dádivas del rey Alfonso XI que engrandecieron su linaje.
Sin embargo, en la Baja Edad Media el valle de Tudanca pasó a quedar bajo el dominio del señorío de los Manrique, condes de Castañeda y marqueses de Aguilar, constituyendo, junto con Rionansa y Val de San Vicente, un enclave señorial diverso de los otros valles de las Asturias de Santillana, que permanecieron en el realengo de la Casa del Infantado.
Durante el siglo XVIII la zona era gobernada por un corregidor designado por el marqués de Aguilar, situación que probablemente duró hasta que, en 1814, Fernando VII se reservó, mediante una Real Cédula, el nombramiento de los corregidores de los pueblos de señorío.
El Valle de Tudanca contribuyó a la formación de la Provincia de Cantabria que Carlos III aprobó en 1779, ya que mandaba sus propios diputados a las Juntas de Puente San Miguel, quedando, con ello, unido jurisdiccionalmente a los valles de Rionansa y San Vicente y al coto de Estrada.
Durante el Trieno Liberal, el Valle de Tudanca fue reconocido como ayuntamiento constitucional, formando parte del partido judicial de Puente Nansa, si bien en 1835 quedó integrado en el de Cabuérniga. En la actualidad, pertenece al de San Vicente de la Barquera.
Acercándonos al mirador de El Potro (1.100 m) podemos ver el Nansa que discurre entre laderas de fuertes pendientes, surca la imponente hoz del desfiladero de Bejo, sobre la que asoman robles, abedules, hayas…, y sigue su curso aguas abajo de Tudanca que aparece rodeado de prados y cultivos aterrazados.
Es un paisaje que armoniza materiales, aguas y vegetación: los grandes comunales de los prados concejos de Tudanca, Santotís y La Lastra aún alimentan reses de vacuno autóctono, reflejando un uso ganadero tradicional que convive con el mantenimiento de importantes bosques; abunda el cajigal en los montes Negredo, Vega Arados o en torno al barranco del Jelgar; los abedules en La Concilla y collado de E a Casona de Tudanca se localiza en el pueblo del mismo nombre en un paisaje de alta montaña en la Cuenca del río Nansa en la parte occidental de Cantabria. Fue construida a mediados del siglo XVIII por orden de Pascual Fernández de Linares, indiano natural de Tudanca que amasó grandes riquezas en Perú. Es además el escenario histórico de la novela Peñas Arriba de José María de Pereda.
En su interior se ha mantenido el ambiente típico de un hogar hidalgo montañés; sin embargo, por encima de todo destaca la biblioteca integrada por los materiales de trabajo y lectura de José María de Cossío. Además de la gran riqueza de ediciones de los siglos XVI al XVIII, la biblioteca está especializada en literatura del siglo XX y es una de las más ricas de España en ejemplares del grupo poético del 27 con dedicatorias autógrafas en sus páginas.
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