Dice la tradición que la Virgen se apareció a un pastor sobre un espino. Este le dijo, asombrado, “Arantzan zu?” (“¿Tú en un espino?”). Había nacido la devoción a la Virgen de Arantzazu. En 1951, después de que un incendio destruyese el pequeño templo, la orden de los franciscanos tomó una decisión valiente: construir una gran basílica empleando los lenguajes del arte contemporáneo.
Así se levantó el edificio con piedras en punta diseñado por Sáenz de Oiza y Laorga, que contó con la participación de artistas como Jorge Oteiza (esculturas de la fachada), Eduardo Chillida (puertas), Lucio Muñoz (imponente retablo de madera) o Néstor Basterretxea (pinturas de la cripta). A 9 kilómetros de Oñate, sobre un barranco al pie del Aizkorri, el santuario de Arantzazu es único.
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