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Joaquín Romero Murube

LUGAR  La luz agria de tu barrio me ronda con tus cristales. Por entre mis manos fluye el agua añil de la tarde. El aire queda vencido en la pared de mi carne. Las esquinas giran locas alrededor de mi talle. Pájaros perdidos cantan porque mi lengua no hable. La llama de mis cabellos negra se tuerce en el aire. Por el cielo va deshecha la flor de mis voluntades. ¡Ay, se me corta la vida en el cristal de esta tarde!.  Joaquín Romero Murube
La luz agria de tu barrio
me ronda con tus cristales.
Por entre mis manos fluye
el agua añil de la tarde.
El aire queda vencido
en la pared de mi carne.
Las esquinas giran locas
alrededor de mi talle.
Pájaros perdidos cantan
porque mi lengua no hable.
La llama de mis cabellos
negra se tuerce en el aire.
Por el cielo va deshecha
la flor de mis voluntades.
¡Ay, se me corta la vida
en el cristal de esta tarde!.

Joaquín Romero Murube



Joaquín Romero Murube nació en el pueblo sevillano de Los Palacios y Villafranca, Sevilla, un 18 de julio 1904 y fue un poeta y ensayista considerado hermano menor, por su exclusión de los libros de historia, de la Generación del 27, ateneista y el conservador mas recordado y que mas tiempo estuvo al frente del cargo de los Reales Alcázares de Sevilla.. Su trayectoria humana y literaria estuvo vinculada a las vanguardias y fue uno de los eslabones entre las generaciones divididas por la guerra civil. Impulsor en los años veinte del grupo renovador “Mediodía”, el poeta participó en los homenajes que tanto “Litoral” como el Ateneo de Sevilla tributaron a Góngora en 1927, y que representaron el lanzamiento de su generación.
Su ideal juvenil de silencio y pureza de alma, y sus impresiones y visiones de fondo juanramonianas y d’orsianas dejarán huella en su obra (“Cualquier paisaje es un estado de alma”), lo que llevó al “poeta jardinero” a buscar el puesto como director conservador de los Reales Alcázares de Sevilla, que comenzó a ejercer en tiempos de la Segunda República, cuando pasó la gestión a manos del Ayuntamiento de la ciudad en el año 1934, y logró conservar a pesar de la oposición del Frente Popular. También le marcaron Aleixandre, Diego, Alberti, Dámaso y, por encima de todos, Lorca a quien hospeda en su casa varias veces y quien bautizándolo como “la honra y el espejo de Sevilla”, le dedica estos versos:

“Querido Joaquín,
triste y malandrín, te mando un abrazo
ancho, azul, turquí”.

Cuando le llegó la noticia del asesinato de García Lorca, Romero Murube, que no comprendía porque se le podía haber asesinado, hizo un viaje a Granada para comprobar si era verdad. Constatado el hecho, su amargura le llevó a publicar en plena Guerra Civil un libro maldito cuya leyenda se acrecentó a lo largo de los años por algunos de sus versos que contenían una condena del asesinato. “Siete romances” salió a la calle en 1937 con una tirada de poco más de 200 ejemplares en una edición privada. La dedicatoria es elocuente: “¡A ti, en Vizna (sic), cerca de la fuente grande, hecho ya tierra y rumor de agua eterna y oculta!”. Muchos no sabrían en la Sevilla de 1937 qué era aquella “Vizna”, pero el recuerdo del lugar de la muerte de Lorca parece obvio. Federico fue asesinado en Víznar (Granada) en 1936.

El libro contenía un poema titulado Romance del crimen, que fue una arriesgada denuncia:

“Al acordeón del puerto
le han estrangulado el cante.
En Argel y Alejandría,
en Melburne y Buenos Aires.
Se han secado las espitas
en el cristal de los bares.
La policía ha prohibido
cierta música en los bailes.
Los niños llevan a casa
pistolas, bombones, guantes.
La sombra quedó cosida
con el cuchillo, a la carne.
Por el asfalto resbalan
serpientes de verde sangre.
En Tokío y en Marsella,
en Liverpool y en el Havre.
Y en todo el mundo la prensa
llevará con gran detalle
a los hogares honrados
cinco columnas de sangre”.

El libro, . “Siete romances” acaba de ser publicado de nuevo por la editorial sevillana Point de Lunettes en su colección Los Libros Perdidos. En palabras de Manuel García y A. Martínez que se han encargado de la reedición de este libro. “los siete romances del libro son una imitación de Lorca”. “Hay una influencia clara del Romancero gitano y un homenaje poético a Lorca”. “Romero Murube se la jugó realmente. Creo que si Siete romances llega a manos de la censura militar, directamente lo fusilan”, agrega Manuel García.

¿Qué diríais si os contaran que existió un falangista que tuvo la valentía de publicar un libro de poemas dedicados al asesinato de García Lorca, en la Sevilla de Queipo de Llano o de esconder en las mismas barbas de Franco a Miguel Hernández?

Participó en 1939 en Antología poética del Alzamiento, preparada por Jorge Villén. Frente a los poemas exaltados Romero Murube hizo un canto para que eso no volviera a pasar más. El poema más humanista que triunfalista, fue dedicado de nuevo a Lorca:

“No te olvides, hermano, que ha existido un agosto
en que hasta las adelfas se han tornado de sangre…”.

Terminada la guerra, Romero Murube vistió el uniforme de Falange, y es entonces cuando, según el ex director de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras, Eduardo Ybarra, “un extremo de la actuación de Joaquín Romero no debidamente conocida, durante años postreros a la Guerra Civil y Europea, es su protección a los que se acercaban a los muros del Alcázar en demanda de ayuda”. En este sentido, afirma que “caso paradigmático fue la estancia oculta en el Alcázar del poeta Miguel Hernández, protegido por don Joaquín, al que le habían ofrecido su ida a Portugal donde se le tenía preparado paradero y residencia en Lisboa”. Paradójico fue que la primera vez que cumplimentó en el Alcázar a Franco tenía escondido allí a Miguel Hernández, según testimonios de sus familiares y antiguos colaboradores. Desgraciadamente la fuga de Miguel Hernández acabó en tragedia a pesar de las buenas intenciones de Joaquín.

A partir de entonces frecuenta nuevas relaciones: Montes, Ridruejo, d’Ors, Halcón, Masoliver, Agustí, Torrente Ballester, Tovar, Laín, Escobar, Halcón. Alberti le vuelve la espalda, pero Guillén lo recordará hasta su muerte, “tan fiel amigo en las horas difíciles y en las gratas”, y José Bergamín defiende “la dignidad de su conducta”. Aquilino Duque, que conoce en el Alcázar de Murube a Guillén y a Dámaso, resume que fue el puente que le permitió “reconstruir una época y un ambiente que la guerra había destruido y la posguerra tratado de enterrar”.

La gestión de Romero Murube en la conservación de los Reales Sitios de Sevilla fue tan ejemplar que se mantuvo en el cargo durante la dictadura franquista hasta su inesperada muerte en 1969, cuando le sobrevino un ataque cardíaco entre los muros del propio Alcázar el 15 de noviembre de 1969.

Alguno se preguntará como pudo un amigo de Lorca devenir en falangista, y la respuesta probablemente esta en esa misma amistad, la amistad de un hombre que en conversación con Gabriel Celaya dijo de José Antonio: “José Antonio Primo de Rivera, otro buen chico. ¿Sabes que todos los viernes ceno con él?” . Otro motivo puede encontrarse en que solo en el ambiente intelectual de Falange podría volver a encontrarse con compañeros de la altura intelectual de sus compañeros del 27, alejándose de la asfixiante mediocridad que imponía el franquismo.

Aunque tiene calle dedicada en Camas y en su pueblo natal, su amada Sevilla por quién dio la vida le ha olvidado, y solo una humilde placa en la calle Cardenal Spínola es el único monumento que al día de hoy hay en Sevilla. Solo sus hermanos de la Hermandad de la Virgen de la Soledad, se acordaron de él en el centenario de su nacimiento. Quede para su recuerdo una Soledad que él escribió :

“Los hermanos de la Soledad lloramos esta soledad en que camina nuestra Virgen. Las sillas se apilan informes, contra las aceras. No nos miran. Por entre la sombra y el silencio de las calles vamos con Nuestra Virgen de la Soledad, en soledad. ¡Bendita sea! “
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