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La investigación histórica medieval en Santander

Miguel Ángel García Guinea, 6 agosto 1975

La investigación histórica medieval no puede decirse que sea en Santander una empresa científica bien llevada. Ni ahora, ni nunca. Si de verdad queremos buscar un momento de interés y seriedad en la sociedad montañesa por estos estudios, tendríamos que remontarnos -¡cómo no!- hasta la época de Menéndez Pelayo. Ya he dicho muchas veces que los santanderinos solemos vivir en este sentido de las rentas que nos dejó el ilustre polígrafo y que si tenemos una cierta fama de cultos –muchas veces injusta- es porque es difícil borrar el recuerdo de quien tanto hizo.
  Si nos detenemos especialmente en la investigación de nuestra historia medieval –que es lo que más conozco- resulta que fuera de nombres como Escagedo Salmón y Jusué y algunos otros, entre los santanderinos, y Serrano Sanz y Sánchez Belda, entre los extraños, poco de importancia se ha escrito desde comienzos de siglo. Lamento tener que decir que el Centro de Estudios Montañeses no estuvo nunca – excluidos los dos primeros nombres citados- a la altura que en este aspecto le correspondía y que debía exigírsele. Al estudiar la historia medieval montañesa tenemos que acudir a nombres extraños a Santander como Pérez de Urbel, Gómez Moreno, Sánchez Albornoz, Justiniano Rodríguez, etc., porque los indígenas parece que sintieron un especial terror por consultar nuestros Cartularios. Maza Solano, ilustre amigo, es el único que hincó el diente, en algunos aspectos, al difícil panorama de nuestra Edad Media. Y aquí se acaba la historia de nuestros eruditos del Medievo. Pinitos, bastante malos y limitadísimos, se han hecho muchos. Últimamente la revista Altamira hizo uno de éstos, al querer hacer una relación de los monasterios medievales, pero el empeño, llevado a cabo con un apresuramiento lamentable, no ha hecho más que acumular una serie de errores que no es del caso señalar, aunque estoy bien dispuesto a hacerlo.
  De esta situación se deduce que bien poco sabemos de unos siglos que fueron, sin embargo, trascendentales para la elaboración de nuestra historia. ¿Quién ha trabajado por el conocimiento de nuestro viejo pasado de los siglos VIII-IX-X? ¿Podemos contar, aunque sea en un pequeño resumen, como fue la vida de los montañeses que crearon la levadura de la Castilla condal?

  Nuestra historia de la Edad Media fue ahogada, sin duda, por la Prehistoria. Me explicaré. La aparición a finales del siglo XIX de las Cuevas de Altamira, la llegada a Santander de destacados científicos y prehistoriadores europeos: Breuil, Obermaier, Teilhard de Chardin, etc., puso de moda, por su trascendencia universal, los estudios prehistóricos. Sautuola, Alcalde del Río y Carballo, fueron figuras que en La Montaña trabajaron a nivel internacional en este sentido. Los estudios prehistóricos subsiguientes han mantenido esta altura, pero nadie por ello, intentó preocuparse por desvelar nuestro pasado de Reconquista y Repoblación.
  Santander –como en tantas cosas- nunca ha valorado suficientemente y como se merecen estos dos importantísimos aspectos históricos en donde la provincia tiene muchas cosas que decir no sólo a España, sino al mundo: su riqueza prehistórica y su historia medieval. Tendremos que esperar –no parece que queda otro remedio- a que la Facultad de Historia tan deseada nos despierte de nuestros sueños de indiferencia.

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