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El Resbaladero del Rey (Lunada)

A lo largo del siglo XVIII la Real Fábrica de Cañones de la Cavada desarrolló una actividad industrial febril, lo que supuso una demanda exagerada de madera para alimentar los hornos en los que se fabricaban los cañones y la munición. Cuando las zonas más inmediatas y accesibles fueron quedando despobladas de árboles, se vieron obligados a poner la vista en los bosques de la cabecera del río Miera, más alejados y de más difícil extracción, pero era la solución para poder mantener la producción. A partir de ese momento, los bosques de la parte alta del Miera desde San Roque hasta Lunada estaban sentenciados a muerte. Bosques como la Zamina o el hayal de Valdicio sobrevivieron, bien por lo difícil de su ubicación o por el declive de las actividades industrial, pero que nos permiten imaginar cómo era el paisaje de aquella época.

Para poder desarrollar toda esta actividad, la Real Fábrica de Cañones hizo una serie de obras para bajar la madera hasta la Cavada y Lierganes. Para ello, se construyeron una serie de infraestructuras, caminos y puentes que aún perduran en nuestros días. Sin duda alguna uno de los elementos más curiosos que idearon para sacar la madera de los bosques de Lunada y del norte de Burgos fue ‘el resbaladero’. Consistía en un tobogán de más de 1,5 kilómetros de longitud con una base de piedra sobre la cual iba montado un canal de madera de haya, por donde resbalaban los troncos hasta la Llana de la Pila. Allí se recogían y agrupaban para su transporte hasta el cauce del río. La falta de agua en el Miera, sobre todo en verano, obligó a la construcción de presas y retenes, uno de los cuales podemos observar aún en la localidad de La Concha.

Dada la gran velocidad que los troncos alcanzaban por el resbaladero se construyeron una serie de atalayas, hoy desaparecidas, a lo largo de su recorrido para vigilar su descenso. Otra interesante construcción vinculada a esta actividad es la llamada ‘Casa de la Pila o ‘Casa del rey’. Es una construcción de estilo neoclásico, de una sola planta, en la que podemos observar un escudo real de Carlos III. Los lugareños llegaron a decir que era la casa de veraneo del rey, cuando en realidad, era utilizada como almacén y lugar de servicio de quienes trabajaban en el resbaladero.

Otras infraestructuras al servicio de la empresa del Miera, fueron una red de caminos, calzadas y puentes algunos de los cuales se conserva actualmente.

El primero que nos encontrábamos era el Puente de la Fragua, construido en sillarejo, con un solo ojo y arco de medio punto. Este puente fue arrastrado por una riada en los años 80 y sustituido por una simple y antiestética pasarela de hormigón. Continuando nuestro descenso alcanzamos el ‘puente romano’ de Mirones, de las mismas características y época que el anterior y que nos permite disfrutar de su belleza en un entorno paisajístico difícil de igualar.

DANIEL FERNÁNDEZ / El Diario Montañés

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