En las primeras horas del día circuló por el puerto una noticia que llevó la ansiedad a todas las familias pescadoras: un vapor de pesca había volado por efecto de la explosión de las calderas, pereciendo toda la tripulación. También se decía que el barco había naufragado.
Poco a poco, Puertochico fue poblándose de familias de pescadores y vecinos de aquellos alrededores ávidos de conocer lo ocurrido. La consternación en aquel populoso barrio era intensísima. El espectáculo era tremendo.
La primera noticia de lo ocurrido la trajo un barco pesquero que enterado de la catástrofe, regresó con la mala nueva, Momentos después entraba en la dársena de Puertochico remolcado por el vapor Cesáreo la lanchilla “Santa Agueda’. A bordo de este barco se había desarrollado la horrible desgracia.
Los pescadores heridos relataron lo ocurrido. La lanchilla, con algunas otras embarcaciones que hacen la costera de la sardina, salia a las cuatro de la mañana de la dársena de Puertochico. Los los tripulantes estiban descansando cuando explotó la caldera lanzando un chorro de agua hirviendo. Las embarcaciones próximas, al oír la explosión, auxiliaron a sus compañeros, pero de trece tripulantes, seis murieron el mismo día de la explosión.