
La palabra “raquero” viene del verbo raquear; y éste, á su vez, aunque con enérgica protesta de mi tipo, del latino rapio, is, que significa “tomar lo ajeno contra la voluntad de su dueño”.Yo soy de la opinión del raquero: su destino, como escobón de
barrendero, es apropiarse cuanto no tenga dueño conocido: si alguna vez
se extralimita hasta lo dudoso, ó se apropia lo del vecino, razones
habrá que le disculpen; y sobre todo, una golondrina no hace verano.
El raquero de pura raza nace, precisamente, en la calle Alta ó en la de
la Mar. Su vida es tan escasa de interés como la de cualquier otro ser,
hasta que sabe correr como una ardilla: entonces deja el materno hogar
por el Muelle de las Naos, y el nombre de pila por el gráfico mote con
que le confirman sus compañeros; mote que, fundado en algún hecho
culminante de su vida, tiene que adoptar á puñetazos, si á lógicos
argumentos se resisten. Lo mismo hicieron sus padres y los vecinos de
sus padres. En aquellos barrios todos son paganos, á juzgar por los
santos de sus nombres.
José M. de Pereda
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