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El eterno descanso santanderino de Carmen Amaya a los 56 años de su muerte

Estuvo casada con el guitarrista santanderino Juan Antonio Agüero.Incorporado a su elenco en Paris, a las pocas semanas, él se le declaró sentimentalmente así: “¿A que no se casa usted conmigo?”. Y ella: “¿A que sí?” Dicho y hecho. Matrimoniaron al poco tiempo en una iglesia cercana a las Ramblas barcelonesas en 1952.
JUAN CARLOS FLORES-GISPERT / El Diario Montañés
Fallecida en 1963 en Bagur,su desconsolado viudo trasladaría los restos mortales al panteón santanderino de la familia Agüero.No sabía vivir sin ella…

El 2 de noviembre se han cumplido 56 años de la muerte de la bailaora que revolucionó el flamenco. Sus restos reposan en Ciriego, en el panteón de su esposo, Juan Antonio Agüero, que la enseñó a amar Cantabria

Hace sesenta años, Carmen Amaya era la gran artista flamenca y gitana que había recibido los grandes reconocimientos de todo el mundo, que había recorrido los principales países, aplaudida por sus dirigentes y de quienes había recibido regalos, abrazos y parabienes. En 1944 el presidente de los Estados Unidos, Franklin D. Roosevelt, la invitó a actuar en una fiesta en la Casa Blanca y le regaló una chaqueta bolera con incrustaciones de brillantes. En aquellos días, Carmen apareció en la portada de la revista ‘Life’. Fue nombrada capitana honorífica de la Marina norteamericana y de la Policía de Nueva York. En Beberly Hills compró la mansión que había sido de Diana Durbin y Greta Garbo dijo de ella «es más que una bailarina. Es el arte». Estaba en la cumbre, de su arte y su fama. Cuando comenzó la Guerra Civil había abandonado España y viajó por todo el mundo paseando su arte: Lisboa, Londres, París, Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Cuba, México, Uruguay, Venezuela, Nueva York…todos se rindieron ante su baile de forma que, cuando en 1947 decidió regresar a España, era ya una estrella internacional. Un estatus que conservó hasta su muerte en 1963.

Gracias a su esposo, el santanderino Juan Antonio Agüero, su compañero y guitarrista, con quien se casó en 1953, Carmen había aprendido a amar a Cantabria y a cantar canciones montañesas como el ¿Qué bonito es Castro¿ Eran tiempos de felicidad en que Carmen y Juan Antonio visitaban Cantabria para descansar antes de emprender sus giras (agotadoras) internacionales. Se casaron en 1952 en la iglesia de Santa Mónica, en plenas Ramblas de Barcelona. El cántabro era veinte años más joven que la bailaora gitana y se habían conocido años antes, cuando él entró a trabajar en la compañía de la artista. Juntos dieron la vuelta al mundo. Carmen murió el 19 de noviembre de 1963 (se van a cumplir 45 años) en su masía ‘El manco’, en Bagur (Gerona) y su cuerpo fue enterrado en el cementerio de la localidad. En ese mismo año de 1963 murieron también otros dos mitos: la cantante Edith Piaf y el poeta, novelista, pintor, diseñador y cineasta Jean Cocteau.

El cadáver de la gran bailadora fue trasladado el 3 de noviembre de 1970 al cementerio de Ciriego (Santander), al panteón de la familia de su esposo, siguiendo los deseos de Carmen que, en más de una ocasión, había manifestado que se consideraba «montañesa de corazón, pejina». En la tumba en que está enterrada nada lo recuerda pero, en 2001, el Ayuntamiento de Santander acordó dar su nombre a una calle, en la zona de Peñacastillo, en las inmediaciones de Carrefour recordando que «Carmen Amaya, bailaora, es el máximo exponente de este arte en el siglo XX», según se dijo en la documentación tramitada para recordarla en la capital santanderina.

Carmen y Cantabria

La relación de Carmen Amaya con su familia santanderina la llevó a visitar y recorrer Cantabria. Prueba de ella son dos fotos que ilustran este reportaje, hasta ahora inéditas, durante una visita a Colindres. En esa jornada, hacia mediados de los años cincuenta del siglo XX, Carmen Amaya confesó que cantaba muchas veces la canción ¿Qué bonito es Castro!, con su marido Juan Antonio y otros temas montañesas que también él le había enseñado. En aquella visita a Colindres, Amaya acudió vestida con un traje negro de dos piezas, de Christian Dior. De recuerdo de su visita a Colindres se llevó dos panojas de maíz. A quienes la trataron en Colindres les dejó la imagen de su fuerte personalidad, a pesar de ser pequeña y delgada.

¿Qué llevó a Carmen Amaya a visitar Colindres? Pues la relación de su familia política con esta villa cántabra. La relación de Juan Antonio Agüero, el esposo de la bailaora, con Colindres venía de la infancia, cuado vivía en la localidad con sus hermanos, Pepe y Esteban, y sus padres, Pepe Agüero y Juanita. En la fecha en que Carmen y su marido viajaron a Colindres, se encontraban en Santander descansando antes de partir de gira hacia México. Decidieron ir a Colindres para visitar a los amigos, así como a las familias de Ángel Solana y Vicente Díez, vecinos de la infancia. Además, la madre de Juan Antonio Agüero era madrina de bautismo de Paz Solana. Las fotos están tomadas en la calle Ramón Pelayo, de Colindres, ante la tienda de comestibles de la familia de Jesús Madrazo. El edificio era propiedad de doña Gumersinda, madre del doctor López Albo.

Juan Antonio Agüero, lo recordó en las páginas de EL DIARIO MONTAÑÉS el escritor y pintor J. A. Pérez del Valle, era en el colegio «un muchachito poco comunicativo, de negro pelo ondulado. Vivía en la calle San José, de Torrelavega, y su casa tenía visos andaluces, con sus rejas en las ventanas, sus tejadillos y sus geranios; allí conocimos a su madre, una impresionante belleza andaluza… con sus pelo de ébano, bien peinado, y con un moño y tangos. De Juan Antonio, perdida nuestra relación por cambio de domicilio, supe que era hijo de un notorio caballero santanderino adicto al mundo de la guitarra, los toros y el flamenco. Asimismo que mi amigo era un gran guitarrista y que se había casado con una persona famosísima, si bien de bastante más edad que él: Carmen Amaya, de la que todos los amigos seguíamos la carrera admirativamente… Juan Antonio la acompañó por toda América, de guitarrista…». De Carmen recordó, por otro amigo, «su arte de bailarina, su ritmo nervioso y su exaltada puesta en escena, su narcotizante ‘Bolero de Ravel’…»

Sobre la vida y gran obra de Carmen Amaya hay datos dispares. La enciclopedia Espasa Calpe dice que nació hacia 1920 y en Barcelona. Pero alguno de sus biógrafos afirman que vino al mundo el 2 de noviembre de 1913. Lo que es cierto es que revolucionó el baile y la escena (sobretodo), pues muy a menudo bailaba con pantalones, para poder interpretar mejor y con más libertad los zapateados, lo que resultaba escandaloso en la época, pero le permitía gran libertad para bailar, lo que el público agradecía y aplaudía. Ella fue expresiva al recordarlo: «!para qué iba a cansarme de zapatear, sino se me veían los pies¿ Gracias a Dios que me he liberado de los trajes de volantes. Ahora si que me siento libre».

Artista de fama mundial

Fue un mito del arte flamenco y renunció a casi todo por el arte. La llamaron ‘La capitana’ y ‘Un terremoto hecho mujer’. y fue condecorada con el lazo de Isabel la Católica. Toda su vida sufrió de insuficiencia renal y murió de esclerosis renal. En su lecho de muerte lo regaló todo: trajes, castañuelas, mantones, oyas, abanicos, zapatos, peinetas, trajes de volantes, sus vestidos de las primeras firmas internacionales, sus abrigos de pieles… a los amigos, su familia, sus compañeros de compañía que eran casi su verdadera familia, con los que durante veinte años recorrió el mundo como una gran artista. Murió sin una peseta, como había nacido.

De etnia gitana, era hija de un guitarrista flamenco y empezó a bailar casi al tiempo que aprendía a andar, en la barriada de Somorrostro, donde su infancia fue muy dura, lo que le llevaba a bailar y cantar de madrugada por los bares de la Barceloneta. Su arte infantil llamó la atención al actuar en un cuadro flamenco en la Exposición Internacional de Barcelona de 1929. Más tarde, Raquel Meyer la incorporó a su compañía para actuar en París, donde alcanzó gran éxito.

En 1936 realizó su primer viaje a América, consiguiendo el mayor éxito que haya logrado un artista español. En 1942 hizo su presentación en Nueva York, en un cuadro flamenco con su padre y hermanos, dentro de la revista de Broadway ‘Ríe ciudad, ríe’, logrando de nuevo gran éxito. Desde 1942 en Hollywood, se convierte en una de las atracciones más grandes, intervino en varias películas y recorrió los Estados Unidos. Interpretó una versión de ‘El amor brujo’, de Manuel de Falla, en el Auditorio Bowl, ante veinte mil personas, con la Orquesta Filarmónica.

En 1948 inició una gira por Europa logrando un gran arrollador. Se presentó en el Teatro de los Campos Elíseos de París, en el Princess Theater londinense, en teatros holandeses, en México y después otra vez en Nueva York y Londres, para seguir por Sudáfrica y Argentina, retornando a Europa. En 1955 inició una nueva gira por los Estados Unidos siendo recibida como una gran estrella en Nueva York. Entre sus películas destaca ‘La hija de Juan Simón’ (1943), ‘María de la O ‘(1935) y ‘Los tarantos’ (1962).

En Santander, en noviembre de hace diez años, se presentó la Asociación Cultural Carmen Amaya, que preside el periodista José Luis Jiménez, con presencia del presidente de la Asociación de Hostelería, Indalecio Sobrino; el hostelero Antonio Merino y la pintora Gloria Torner. Ésta realizó un cartel de lo que se pretendía fuera un homenaje a la bailaora. El Ayuntamiento anunció que participaría en el homenaje y ofrenda en el cementerio de Ciriego, que pondría una placa en su tumba y que estudiaba erigir un monumento a su memoria. También se deseaba instituir la ‘Noche de Carmen Amaya’, en el Festival Internacional. Todo fueron palabras que quedaron en nada.

Carmen Amaya es uno de los mitos del baile flamenco. Fue un genio que revolucionó el baile que se hacía en ese momento. También cantaba, pero sus dotes de bailaora acabaron eclipsando su faceta como cantaora. No aprendió a bailar en ninguna academia, todo lo que ella hacía venía de su alma y corazón. No tuvo más maestro que su propio instinto. Su escuela fue la calle, en la que cantaba y bailaba para ganar algo de dinero. En una ascensión meteórica, con un estilo y unas maneras nunca vistos, pasó de la calle a los teatros y los grandes escenarios de Madrid. Y de allí al mundo y al mito.

Carmen y Juan Antonio se casaron en Barcelona. Ella murió en 1963 en Gerona, donde fue enterrada. Su cuerpo fue trasladado a Ciriego en 1970

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