A principios del XIX, era «la vieja colonia de pescadores, con diez mil habitantes y seis casas de comercio provistas de Castilla por medio de recuas

A principios del XIX, era «la vieja colonia de pescadores, con diez mil habitantes y seis casas de comercio provistas de Castilla por medio de recuas o carros de violín; la vieja Santander sin muelles, sin teatros, sin paseos, sin otro periódico propio o estraño que la Gaceta del Gobierno recibida cada tres días». (Pereda, «Santander (antaño y ogaño)». Escenas 8)
Contaba con tres muelles. El de las Naos, hecho de sillería, iba desde el cuartel de San Felipe, es decir, desde el extremo Sur del presente Banco de España, hacia el Este; la dársena grande, o de la pescadería, estaba donde la presente Avenida de Alfonso XIII; y la pequeña, llamada también la antigua, que iba paralela a la Ribera y llegaba, primero, hasta la calle de la Lealtad y luego sólo hasta el Puente.
A consecuencia de la guerra de 1794 contra la República francesa y desbordando con mucho los límites de la población se hizo el camino del Alta para comunicar entre sí los fuertes construidos en él y para que la artillería circulase desde Liencres a la península de la Magdaalena. El mismo propósito estratégico tuvieron la apertura del Paseo con Miranda y el de la Cuesta de la Atalaya para subir al Alta. La primera guerra carlista perjudicó notablemente las actividades comerciales en el Mediterráneo y en las Vascongadas pero no afectó a Santander, donde se establecieron muchos negociantes.

“Los montañeses pintados por sí mismos”, Salvador García Castañeda

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