Juan de Palafox y Mendoza

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Obispo español, nacido en Fitero de Navarra, el 24 jun. 1600 y muerto en Burgo de Osma (Soria) a 1 oct. 1659. Su destacada participación en los Consejos Reales; la gran eficacia de las misiones eclesiásticas e incluso civiles realizadas como obispo de Puebla de los Ángeles (México), arzobispo de México y luego en Osma; y ante todo la labor escrituraria, recogida en catorce gruesos volúmenes de la monumental edición, Obras completas, 1762, patrocinada por Carlos III, le dan un lugar importantísimo y destacado en la historia de España e Hispanoamérica. Como colofón glorioso de tan alta personalidad, sus preclaras virtudes cristianas le abrieron el proceso para su canonización; detenido, tras complicadas incidencias, quedóle como testimonio de ello el apelativo de Venerable, antepuesto al nombre, con el cual se le conoce generalmente. Su recuerdo, algo olvidado a partir del S. XIX, permanece más vivo en México -lugar de apostolado y actividades durante cerca de diez añosque en España en cuya catedral de Burgo de Osma reposan sus venerados restos.

P. y M. nació con el.S. XVII, rodeado de curiosas vicisitudes, propias más bien de un aparente mundo de leyenda, cuya verdad e historia es incuestionable: «siendo hijo del delito -nos dirá en su veraz Autobiografía o Vida Interior- por serlo fuera del matrimonio… procurando su madre (según ha llegado a entender por persona que asistió cerca del mismo suceso) cubrir los delitos de su honor con otro mayor suceso… puesto en una cesta (puede ser que lo tuvieran por muerto) lo dejaron algún tiempo en el campo, escondido entre unas hierbas, hasta que después lo llevaron a arrojar a un río cerca de allí…».

Su padre fue el segundo Marqués de Ariza, Pedro Jaime de Palafox y Rebolledo (ausente en Roma, al natalicio del hijo, como camarero de honor del papa Clemente VIII). El nombre y condiciones de la madre permanecen en el secreto, aunque de origen no menos «noble». El valle de Fitero lo riega el Alhama; de morir ahogado le salvó un honrado y pobre labriego, en cuya humilde mansión vivió aplicado al oficio de pastorcito, hasta los diez años en que le reconoció y legitimó el Marqués, su padre, con la incorporación, como hijo preferido, a la potente casa aragonesa de Ariza, cuyos bienes, poco después, empieza a gobernar.

Estudios primarios con los jesuitas de Tarazona, después en las Universidades de Huesca, Alcalá y Salamanca, hasta doctorarse por la de Sigüenza. Su primer encuentro con la política nacional, donde tanto destacara, tuvo lugar en las cortes de Monzón de 1626, convocadas por Felipe IV. Al finalizar el año es Fiscal del Consejo de Guerra en Madrid. En 1629, ya presbítero, miembro del de Indias y viajero por las cortes de Europa, con el acompañamiento de doña María de Austria, hermana del rey.

En 1640 llega a costas mexicanas, como Obispo de la gran diócesis de Puebla de los Ángeles y Visitador de la Nueva España. Dos años más tarde será su Virrey y Arzobispo de México, cuya dignidad eclesiástica rehúsa, tras de breve administración.

Su labor en América, con tan elevados cargos, es importantísima: construye la admirable catedral de Puebla; erige colegios mayores, seminarios o universidades; dona su gran biblioteca, hoy viva con el apelativo de Palafoxiana, sobrenombre que adopta, también, hasta nuestros días, al Seminario eclesiástico archidiocesano; otorga y redacta numerosas constituciones, unas incluso para la célebre Universidad de la capital mexicana; levanta monasterios, templos y hospitales. Tanta, tan grande y fructífera actividad será «su mayor milagro» en frase acertada del Cardenal Lorenzana, luego Arzobispo de México y de la Primada española de Toledo. Contra ello nada ha podido el eco de sus justas polémicas con las órdenes religiosas de México, especialmente los jesuitas. La razón que asistía a P. la consagró con autoridad suprema, el Pontífice Inocencio X, en Breve del año 1648. No obstante, los reconocidos derechos del obispo de Puebla, Felipe IV le mandó regresar a España; como lo hizo en el verano de 1649, aunque siempre clamase por el regreso a su obispado americano.

Tres años estuvo en Madrid, antes de recibir nueva sede episcopal, la de Osma (Soria), los cuales aprovechó para intensificar su vida interior, que iba en progresión ascendente hacia las más altas cimas espirituales. Lo mismo, durante sus finales años osmenses, entregado, con exclusividad, al cuidado espiritual de su pobre grey, edificada por los continuos y heroicos actos de virtud de tan venerable Pastor. Pobres de la localidad, fueron los testigos de su santa muerte.

Escritos. Numerosísimos fueron sus escritos y de una amplia gama de temas o asuntos. En la esfera religiosa: autobiográficos, místicos, ascéticos, bíblicos, patrísticos, hagiográficos, de devoción, normativos. En la civil: históricos, biográficos, políticos, americanistas y epistolares. Hasta 565 títulos aprobó, con motivo de la pretendida beatificación, la Sagrada Congregación Romana de ritos.

Los más famosos, entre ellos Vida Interior (la ed. 1682, aunque se iniciara durante los años mexicanos). Autobiografía con tono humildoso, apropiado a unas «confesiones y confusiones» -como en realidad las tituló su autor- proporciona y revela datos del más subido interés para una interpretación psicológica de P. en su polifacético y activo quehacer (no existe edición moderna, pero se halla en preparación).

Varón de deseos (la ed. México 1642). Sigue la tradición de la mística carmelita con expresiones al uso del barroco literario. La intención apostólica y de vivencia personal es clara y contundente: «Pido a las almas devotas, que el buen deseo con que les ofrezco este moderado trabajo, lo trabajen con pedir… que sea varón de deseos y obras el que ha escrito este Varón de deseos».

El pastor de la Nochebuena (la ed. México 1644) «Librito de oro» le llamó el primer editor tras de la muerte del Venerable, y como su mismo autor enjuició: «aunque es juguete, enseña mucho para el gobierno de las almas… Y aunque tiene algo de donaire, no es todo aire, ni tiene poco de don». Libro ascético -«Práctica breve de las virtudes, conocimiento fácil de los vicios»- con total envoltura alegórica que le confiere indudable valor literario.

La Peregrinación de Philotea al templo y santo monte de la Cruz. Perteneciente, también, como el anterior tratado, a la literatura ascética, con sentido metafórico, está entre las últimas obras palafoxianas (la ed. Madrid 1657. No la hay moderna). Su primera parte trata del alma que lucha por acercarse a la Cruz; la segunda, ya en la plenitud mística, del abrazo y transformación en el Amor deificánte. Los símbolos y las expresiones barrocas serán de nuevo su deliciosa cobertura.

De la naturaleza y virtudes del indio. Es una de tantas cartas como escribió P.; ésta, al rey Felipe IV, y de claro contenido histórico. Su preocupación por los indios, la más pobre porción de su grey pastoral americana, le lleva a clamar por las necesidades que les aquejan, con el fin de remediarlas. Pertenece a la amplia literatura española proindianista y se mantiene en un justo medio, frente a la crítica demoledora de la labor de España en Hispanoamérica (la ed. clandestina, según Palau, Puebla, México 1650).

F. SÁNCHEZ-CASTAÑER.

Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991

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